María Pilar Queralt del Hierro es historiadora y escritora. 17/06/2009
Las campañas electorales son terreno propicio a las “perlas” dialécticas de los candidatos. En el fragor de los mítines, unas veces el cansancio y otras el entusiasmo dan lugar a deslices y lapsus linguae que hacen las delicias tanto del oponente político, como de los “zappings” televisivos.
El caso de Vidal-Quadras
Un error siempre es comprensible e incluso puede llegar a provocar una corriente de simpatía hacia en candidato que lo comete. Pero lo que no puede tolerarse ni justificarse en la batalla por la consecución de votos es la tendenciosidad, el insulto o la calumnia. Ni, por supuesto, la transgresión histórica. Ése ha sido el caso de las palabras de Aleix Vidal-Quadras, eurodiputado del PP, cuando en el transcurso de la pasada campaña electoral no dudó en calificar de «error histórico» la proclamación de la II República. Justificó tan aventurada opinión asegurando que de no haber existido la República, no se hubiera producido el levantamiento de julio de 1936 y los españoles no nos habríamos visto sometidos a cuarenta años de dictadura.
Voluntad mayoritaria
El político catalán debería saber que el proceso histórico fue exactamente a la inversa de lo que pretendía el señor Vidal-Quadras. Porque la II República nació de la voluntad mayoritaria de los españoles en 1931, como reacción al progresivo deterioro de la Corona a raíz de que, con la aquiescencia del rey Alfonso XIII, el general Primo de Ribera proclamara el Directorio Militar en septiembre de 1923.
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