JORDI GARCÍA-SOLER 19/06/2009
Los importantes trabajos de restauración que desde hace tiempo se llevan a cabo en la catedral de Barcelona han permitido confirmar que la seo de la capital catalana fue bombardeada durante la guerra civil española por las tropas franquistas. El reciente traslado de la estatua de Santa Elena que corona la catedral barcelonesa ha permitido constatar que recibió numerosos impactos del bombardeo realizado por la aviación fascista italiana en 1938, que perforó el techo del edificio, causando graves destrozos en su interior y causando la muerte de 42 personas, 20 de ellas niños, en la vecina plaza de Sant Felip Neri, en cuyos muros quedan aún restos muy evidentes de aquel bombardeo de la aviación franquista.
La reciente exposición “El martirio de los templos en la diócesis de Barcelona (1936-1939”), presentada públicamente por el director del Archivo y Museo Diocesano de Barcelona, Josep Maria Martí Bonet, ya había dado información cumplida sobre el bombardeo franquista sobre la catedral barcelonesa, pero las pruebas aportadas por la estatua de Santa Elena han dado mayor relieve a esa información, que pone al descubierto cómo el franquismo no tuvo reparo alguno en destruir algunos templos religiosos, en concreto en algunos de sus salvajes bombardeos aéreos sobre Barcelona, la primera gran ciudad que fue objeto de este tipo de ataques, en uno de los muchos ensayos destructivos y represivos que los aliados nazis y fascistas de Franco llevaron a cabo en la guerra civil española.
Persecución a la Iglesia
El bombardeo franquista de la catedral de Barcelona no puede hacer olvidar, evidentemente, otros datos expuestos por el propio Josep Maria Martí Bonet en su estudio sobre el impacto que la guerra civil tuvo para la Iglesia católica en la capital catalana. En los primeros meses de la contienda murieron 277 sacerdotes, 425 religiosas y 400 seglares católicos; de las cerca de 500 iglesias entonces existentes sólo 10 se libraron del expolio, 40 fueron completamente arrasadas y otras 160 fueron casi destruidas; 464 retablos y 172 órganos fueron quemados, y desaparecieron el 45% de los archivos eclesiásticos, todo ello en la diócesis de Barcelona. No obstante, en su estudio Martí Bonet destaca que el Gobierno de la Generalitat, presidido entonces por Lluís Companys, impidió la destrucción de la catedral de Barcelona y del monasterio de Montserrat, que el 40% de los sacerdotes lograron salvarse gracias a la acción de miembros de la FAI anarquista, y que fue gracias a la acción de destacados dirigentes republicanos y del mismo Gobierno de la Generalitat que salvaron sus vidas muchos sacerdotes, religiosos y seglares católicos.
Salvajadas de los dos lados
“Hay que pedir perdón por las cosas mal hechas”, dice ahora Josep Maria Martí Bonet, que añade que “nuestra guerra civil fue una salvajada; lo que se hizo por los dos lados es indigno y sólo se superará conociendo la verdad”. Y la verdad demuestra que, además de la violencia salvaje y criminal de numerosos grupos de republicanos incontrolados, también el franquismo contribuyó a la destrucción de templos católicos en nuestra guerra civil, como sucedió con el bombardeo franquista de la catedral de Barcelona.
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