8/8/08 por manolosacoYa puestos a continuar con el disparate, quizá fuese más acertado que la boda de la bisnieta del General Franco se celebrase en el Pazo Baión, hasta hace poco propiedad del narcotraficante Laureano Oubiña.
Los dos pazos, el de Meirás y el Baión, fueron propiedad de dos delincuentes, cuyas actividades delictivas llevaron a la muerte a miles de personas. El Pazo Baión, decomisado al narcotraficante, ya está preparado, ya es propiedad pública. El de Meirás debería seguir su mismo destino, convertirse en un lugar público y visitable, para solaz e instrucción de las nuevas generaciones, para que contemplen un lugar histórico, como uno de los palaverano del dictador, al igual que en la Rusia de hoy se muestran los palacios de invierno de los zares.
Celebrar la boda de la bisnieta del dictador en el pazo de Meirás es como celebrar la boda de una presunta bisnieta de Nicolás II en San Petersburgo. Los rusos convirtieron aquel despropósito de acumulación de poder en uno de los mejores museos del mundo, el Hermitage, pero a los españoles nos está costando conseguir que al menos podamos visitar los jardines del palacio de verano del franquito. Un palacio (eso significa pazo, en gallego) construido con la aportación “voluntaria” de sus conciudadanos, como regalo a un Jefe de Estado, un regalo que inmediatamente fue requisado por la familia como propiedad personal, para provecho propio, tal como era norma en aquellos tiempos en que lo público era indistinguible de lo privado.
La decisión de la familia Franco de celebrar allí una boda es una provocación, quizá su chulesca respuesta particular a los afanes reivindicativos de la memoria histórica. Pero una cosa es no respetar nuestra memoria, y otra, burlarse de ella. Claro que ellos pensarán que si Aznar, admirador del régimen del bisabuelo asesino, pudo montar una “boda real” para su hija en El Escorial de Felipe II, ¿por qué los herederos directos del vigía de occidente iban a tener menos derechos?
http://www.manolosaco.com/tag/narcotraficante
Los dos pazos, el de Meirás y el Baión, fueron propiedad de dos delincuentes, cuyas actividades delictivas llevaron a la muerte a miles de personas. El Pazo Baión, decomisado al narcotraficante, ya está preparado, ya es propiedad pública. El de Meirás debería seguir su mismo destino, convertirse en un lugar público y visitable, para solaz e instrucción de las nuevas generaciones, para que contemplen un lugar histórico, como uno de los palaverano del dictador, al igual que en la Rusia de hoy se muestran los palacios de invierno de los zares.
Celebrar la boda de la bisnieta del dictador en el pazo de Meirás es como celebrar la boda de una presunta bisnieta de Nicolás II en San Petersburgo. Los rusos convirtieron aquel despropósito de acumulación de poder en uno de los mejores museos del mundo, el Hermitage, pero a los españoles nos está costando conseguir que al menos podamos visitar los jardines del palacio de verano del franquito. Un palacio (eso significa pazo, en gallego) construido con la aportación “voluntaria” de sus conciudadanos, como regalo a un Jefe de Estado, un regalo que inmediatamente fue requisado por la familia como propiedad personal, para provecho propio, tal como era norma en aquellos tiempos en que lo público era indistinguible de lo privado.
La decisión de la familia Franco de celebrar allí una boda es una provocación, quizá su chulesca respuesta particular a los afanes reivindicativos de la memoria histórica. Pero una cosa es no respetar nuestra memoria, y otra, burlarse de ella. Claro que ellos pensarán que si Aznar, admirador del régimen del bisabuelo asesino, pudo montar una “boda real” para su hija en El Escorial de Felipe II, ¿por qué los herederos directos del vigía de occidente iban a tener menos derechos?
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