El otro día, dando clase a un alumno de bachillerato, según tratábamos los distintos recursos literarios, éste me vino a plantear la terrible duda de qué diferencia había entre el hipérbaton y la hipérbole, pues como bien decía, ambos eran hiper. Huelga decir que de haber sido uno “super” y el otro “mega”, más fácil lo hubiera tenido. Pero algo es algo cuando nos encontramos a día de hoy con curiosidad semejante, dado que este interrogante sólo puede formularlo quien, al menos, se conoce las palabrejas. Y no sé cómo, según buscaba el modo de exponerle un ejemplo contundente que le esclareciera, de una vez por todas, semejante incertidumbre, germinó en mi sesera la siguiente ocurrencia, que brindo a la concurrencia habitual para disfrute y deleite de las almas quevedescas que aún pululen por la Orbajosa de Pepe Rei, que tan bien describiera Galdós en Doña Perfecta:
Los miembros de la Audiencia Nacional, personas de la más baja catadura moral, sin ningún tipo de escrúpulos en oprimir y reprimir al pueblo, entregados de lleno al disfrute y frenesí del omnimodo poder que les procura el cargo, auténticos crápulas degenerados de la jurisprudencia, aberraciones propias de una sociedad acostumbrada a la tiranía y el peor de los despotismos, gentuza de la peor ralea…. ¡no son!. Esto, propiamente, es un hipérbaton. Sin embargo, una hipérbole vendría a ser Los miembros de la Audiencia Nacional, son personas de una gran ética e intachable comportamiento moral, con una exquisita conciencia, solidaria y altruista para con sus semejantes, a quienes están entregados en cuerpo y alma para servirles y ayudarles en lo que puedan desde sus cargos, como corresponde que suceda en una sociedad libre y democrática, con individuos de su talla y grandeza.
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