Escrito por Carmen Echarri
domingo, 28 de diciembre de 2008
El artículo 15 de la mediática Ley de Memoria Histórica lo deja claro: “Las Administraciones públicas, en el ejercicio de sus competencias, tomarán las medidas oportunas para la retirada de escudos, insignias, placas y otros objetos o menciones conmemorativas de exaltación, personal o colectiva, de la sublevación militar, de la Guerra Civil y de la represión de la Dictadura”.
domingo, 28 de diciembre de 2008
El artículo 15 de la mediática Ley de Memoria Histórica lo deja claro: “Las Administraciones públicas, en el ejercicio de sus competencias, tomarán las medidas oportunas para la retirada de escudos, insignias, placas y otros objetos o menciones conmemorativas de exaltación, personal o colectiva, de la sublevación militar, de la Guerra Civil y de la represión de la Dictadura”.
Un punto que, como buena parte de esta polémica ley, sigue sin aplicarse y que deja a Ceuta y Melilla de claros ejemplos de cómo no borrar el paso del generalísimo por estas tierras. La sociedad melillense es la única que, por el momento, puede toparse con una estatua de Franco en el camino, después de la retirada de la situada en Santander. Y los ceutíes todavía pueden tomarse un respiro en la tradicional vuelta al Hacho contemplando el Llano Amarillo o los pies de quien marcara el designio del país.
Pero ¿qué hacer con los símbolos franquistas que hay en la ciudad? Autoridades en la materia como el cronista oficial, José Luis Gómez Barceló, o el historiador Francisco Sánchez Montoya, tienen su opinión al respecto. El primero la ha reflejado en un informe oficial entregado a la Ciudad y fechado el pasado 31 de enero, que sirve de asesoramiento a cualquier actuación al respecto que pueda emprender el Ayuntamiento. En dicho informe, Gómez Barceló repasa los monumentos franquistas en la ciudad y apunta la decisión que se debería tomar con cada uno de ellos. Así, por ejemplo, en dicho documento se destaca el valor arquitectónico del Llano Amarillo como obra del movimiento moderno, proponiéndose más que su demolición la retirada, por ejemplo, de la pieza con el nombre de Franco o el escudo de la Falange. Así se propone además cambiar la fecha de 18 de julio de 1936 por la del 1 de abril de 1939 para significar el fin de la guerra, dando sentido al Llano como homenaje de concordia entre los bandos que se enfrentaron en una guerra de hermanos.
Una a una, el cronista oficial repasa esa ‘historia franquista’ en la que cabe la ‘salvación’ de algunos símbolos buscándole su lectura histórica. Así sucede con el Convoy de la Victoria, en donde se propone colocar una placa para explicar su significado, siempre respetando la Ley vigente, o con el Mástil del Cañonero Dato, la principal pieza de la embarcación de ese Comboy que fue donado por el Ministerio de Marina, y para la que se propone la colocación de otra placa explicativa de su historia.
En el informe oficial se recomienda, en cambio, la retirada de la cruz de los Caídos de la glorieta Teniente Reinoso aprovechando su remodelación y se deja a decisión de las autoridades religiosas la retirada de la placa de la mezquita de Muley El Mehdi o la lápida de los Caídos de la plazoleta de San Daniel.
Así también se recomienda la retirada de azulejos que hacen alusión a la Guerra, en la barriada Sanjurjo, o la ocultación de las cerámicas situadas en la escalera noble del Palacio de la Asamblea.
Por su parte, Francisco Sánchez defiende salidas distintas dependiendo el símbolo pero dejando claro que nada de lo que hay debe ser destruido.
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