ANDALUCÍA /EFE 01/03/2009
"Individuas de dudosa moral" es el título que la historiadora Pura Sánchez ha puesto a su investigación sobre la represión contra las mujeres en Andalucía entre 1936 y 1949, para la que ha revisado 641 casos del archivo del Tribunal Militar de Sevilla. El estudio incluye casos de toda Andalucía, aunque en menor medida de Almería, Málaga y Granada, y alguno de Badajoz.
En los años de la guerra civil y del franquismo las mujeres andaluzas sufrieron la dureza de la represión de un modo peculiar, no sólo como consecuencia de los abusos a que eran sometidas -Queipo de Llano ya había avisado que «dar patadas y berrear» no las iba a salvar de la violación- sino porque se las quería castigar por haber pretendido emanciparse de la función subordinada a que las condenaba su condición; algo que resultaba aun más grave cuando se trataba de mujeres del pueblo, de individuas de dudosa moral.
Sin delitos
Según dijo a Efe su autora, en el libro publicado por la editorial Crítica, se demuestra como la mayoría de las represaliadas eran "mujeres normales y corrientes, ni siquiera sindicalistas, como mucho afiliadas a la Asociación de Mujeres Libres" o a alguna organización similar. Las represaliadas no habían cometido delitos ni mucho menos empuñado las armas, como mucho habían participado en alguna manifestación en época republicana, habían empuñado alguna bandera, "se habían significado" con alguna exclamación del tipo "estoy harta de comer pan negro", de ahí que Pura Sánchez considere que la importancia de esta represión femenina fue más cualitativa que cuantitativa.
Tragedia familiar
En el caso del citado tribunal militar, entre 1936 y 1949, las mujeres supusieron sólo el 4 por ciento de los encausados, pero la detención de cualquiera de ellas "amplificaba los efectos, ya que era una tragedia para su familia o de ella dependía la supervivencia de los que estaban en la cárcel o en la guerrilla". En los expedientes contra algunas de ellas se decía que "eran muy independientes" y, a diferencia de lo que sucedía con los hombres, "se las perseguía por ser hija de rojo, cuando a los hombres no se les perseguía por ser hijos de roja".
Ricino, rapadas y fusiladas
Sobre excesos como hacer ingerir aceite de ricino, raparles el pelo y otros escarnios públicos, Pura Sánchez dijo que son experiencias que no se superan, y recordó el caso de una mujer que conservó siempre la trenza que le cortaron y, al morir, fue enterrada con ella. En Utrera (Sevilla), a una mujer conocida como "La Luna", por apellidarse así, se le rapó, se le dio ricino y se la paseó atada a la cola de un caballo antes de fusilarla, por ser anarquista, haber celebrado reuniones en su casa, tener a dos hijos en el frente y a otro huido.
Sin comparación con los republicanos
Para la autora del libro, la violencia contra la mujer también fue ejercida en el campo republicano "pero ni en volumen ni en el tiempo que duró es comparable", de modo que en toda la provincia de Almería -en dominio republicano hasta el final de la Guerra- hay un caso documentado en Adra, el de una mujer expuesta en una jaula y luego fusilada, por ser rica.
Violadas y ejecutadas
En Marchena (Sevilla) entre el verano y el otoño de 1936 fueron ejecutadas cincuenta mujeres, mientras que en los pueblos andaluces era habitual que hubiera alguna mujer paseada, sobre todo en los primeros momentos de la Guerra, sin olvidar que la violación formaba parte del ritual de la represión. Con el castigo a las mujeres "los vencedores mostraban su poder y los vencidos eran humillados", según Sánchez, quien añadió que lo que hacían los tribunales militares "no era justicia, sino un modo de proseguir la guerra y hacer la vida imposible a los contrarios; algunos cargos eran tan poco corrientes como el rumor público".
Marxismo y furor sexual
Pura Sánchez no olvida citar en su libro un supuesto estudio del psiquiatra Vallejo-Nájera, basado en un trabajo sobre cien mujeres de la cárcel de Málaga, según el cual "las marxistas padecían una enfermedad mental que se distinguía por su furor sexual", desde la creencia de que "al quitar el freno moral se desatan los bajos instintos".
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