Murió el compañero Diego Camacho. En estos momentos, cuando todavía cuesta hacerse la idea, el dolor y los recuerdos turban el ánimo.
Diego para mí, y para tantos compañeros que compartimos con él el ideal libertario, ha sido un modelo de integridad y solidaridad. También ha sido una memoria viva que sabia transmitir con entusiasmo los recuerdos de los años vividos durante la Revolución española y un trabajador incansable que nos ha dejado un inmenso legado escrito.
Cuando hacía falta sabía decir las cosas por su nombre, sobretodo cuando era necesario señalar la vanidad, la injuria y la injusticia de este mundo capitalista y egoísta que nos ha tocado vivir. Pero también sabía como nadie sumarse a los actos altruistas, dar su apoyo a los compañeros y ayudar con todas sus posibilidades a quien viese necesitado.
Le conocí como Abel Paz, en sus charlas y homenajes a Durruti, y desde entonces se convirtió para mí en un referente. Recuerdo las apasionadas tertulias compartidas, las lecturas y comentarios de sus borradores, los proyectos, las largas transcripciones y los libros que se iban amontonando.
Me emociona hoy recordar cuando, todavía muy joven, me recibió en su casa, y al despedirnos le dije “adiós”, y él me respondió que “de Dios no quería saber nada”, que lo que quería era “salud”. Comprendí inmediatamente la paradoja, y por coherencia nunca más volví a utilizar el saludo tradicional. Y así, un largo camino de lecciones aprendidas que desde el ejemplo nos han enseñado que otro mundo es posible.
Salud compañero, hasta siempre.
¡Viva la libertad!
Sonya Torres
Bagà, 15 de abril de 2009
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