El periodista José María Calleja da la palabra a presos republicanos que trabajaron en la construcción del gigantesco mausoleo ordenado por el dictador Franco, en el que siguen mezclados, a veces contra la voluntad de sus familias, los restos de víctimas y de victimarios
JOSÉ MARÍA CALLEJA 03/05/2009
Tiene Tario -llamado al nacer Trinitario- esa memoria precisa para lo esencial, aunque tarde en engatillar las palabras, posiblemente por esa mezcla de catalán y español que bulle en su cabeza y que le lleva a decir que en el Valle de los Caídos hace falta una buena "escombrera", una buena barrida de signos religiosos, de explicaciones fascistas para un monumento al que él le marca el territorio empezando por el nombre:
"Yo no lo llamo Valle de los Caídos, yo le llamo Cuelgamuros, porque ¿de qué caídos estamos hablando? Allí hubo "caídos" republicanos. Por ejemplo, un grupo de republicanos nacidos en Salamanca, los desenterraron sin pedir permiso a sus familiares, los trasladaron a Cuelgamuros y los enterraron allí. Estaban en el cementerio de su pueblo y los llevaron hasta Cuelgamuros sin pedir permiso a sus familiares y sin pensar que podía no hacerles ninguna gracia estar enterrados al lado de José Antonio Primo de Rivera".
José Antonio Primo de Rivera, que ni siquiera obtuvo acta de diputado en las elecciones de febrero de 1936, yace hoy en el Valle de los Caídos después de haber permanecido durante 20 años en el monasterio de El Escorial, donde están enterrados los reyes de España. Ha tenido el fundador de la Falange Española un tratamiento de alteza real del fascismo que no debería mantenerse hoy, 70 años después del final de la Guerra Civil, después de más de treinta años de democracia. La tumba de José Antonio en el Valle de los Caídos es uno de los elementos que chirrían en una memoria democrática.
Tario Rubio tenía 22 años cuando trabajó "como un esclavo" en Cuelgamuros. Se había alistado voluntario al Ejército republicano, con 18 años. En 1938 fue capturado por Franco y hecho prisionero. Estuvo en ocho cárceles, en dos campos de concentración, y pudo cambiar los días de reclusión por el trabajo en el Valle de los Caídos.
"Nosotros oíamos explosiones continuamente. Oíamos explosiones y veíamos pasar camiones cargados de gente. Eran presos que traían de las cárceles de Madrid. Yo no trabajé en el agujero, trabajaba en la carretera de acceso. Había varios destacamentos, unos estábamos en la carretera; otros, en el agujero; otros, en la explanada, pero en el momento de estar allí no teníamos conocimiento de qué era lo que se estaba haciendo por otros presos unos kilómetros más arriba, sólo escuchábamos constantemente el ruido de los barrenos y veíamos pasar los camiones llenos de presos".
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