Ramon Vila Barcelona 27/11/2008
Los traumas de la Guerra Civil y la Dictadura se han ido transmitiendo de generación en generación y todavía siguen afectando. Así lo determina el proyecto Trauma y Transmisión que han dirigido las psicoanalistas Anna Miñarro y Teresa Morandi. El estudio alerta de la necesidad de formación de profesionales para atender a afectados y familiares y de la importancia de la palabra para una transmisión en positivo de la experiencia traumática de la guerra y la represión.
-¿En qué contexto nació este proyecto?
-Fue 4 años atrás. Como psicoanalistas que somos hacía tiempo que escuchábamos mucho dolor en nuestras consultas. Nos fijamos en que individualmente había un reconocimiento del dolor sufrido, pero no a nivel colectivo-social. Hicimos un congreso sobre la construcción del sujeto y a raíz de eso contactamos con varias asociaciones de recuperación de la memoria histórica y pusimos nuestra página web a disposición de las personas que quisieran aportar su testimonio. Mucha gente nos expresó su necesidad de comunicar. De ahí sacamos la selección de 200 personas a las que entrevistamos para hacer el estudio.
-¿Qué perfil tiene la gente con la que han trabajado?
-Constatamos que hubo un maltrato grave y continuado, así que decidimos trabajar con la gente que vivió el trauma de la Guerra Civil y con sus familias. Hemos hablado con personas que han sido encarceladas, torturadas, exiliadas y represaliadas. Vimos que era esencial ver cómo la generación que vivió en primera persona el conflicto bélico transmitió sus traumas a las siguientes generaciones y cómo les afectaba a nivel familiar. -Así que un trauma se va pasando de padres a hijos…-Sí. Las violencias del pasado se transmiten a segundas, terceras y hasta cuartas generaciones. Hay que tener en cuenta que la Guerra Civil duró tres años, pero la represión se extendió durante casi 40 años. En todo este tiempo ni después de la Transición ha habido profesionales preparados para atender correctamente a las mal llamadas "víctimas", que nosotras preferimos llamar supervivientes.
-¿Cómo explican que un trauma se manifieste en alguien de tercera o cuarta generación?
-Esa ha sido una sorpresa. Nuestra hipótesis inicial era que los traumas van perdiendo fuerza con el paso de las generaciones, como al lanzar una piedra sobre el agua que rebota muy fuertemente en el primer impacto, pero que va disminuyendo en cada nuevo salto hasta hundirse. Hemos descubierto que en la cuarta generación el trauma rebrota muy fuertemente. Cuando ha habido un silencio de muerte y un secreto que no se ha podido contar aparece un malestar en el cuerpo más vacío de palabras, pero con muchos síntomas psíquicos. Y esto es alguien que nadie relacionaría con las vivencias de sus antepasados. Cuando abres la historia de vida de dos o tres generaciones te das cuenta de que hay un hilo conductor de ese trauma, se tiene de forma inconsciente. Al no hablar de los traumas y la situación catastrófica vivida, éstos van insistiendo hasta que salen en forma de un malestar vacío de palabras. Al haber más secretos y silencio más destacado es el síntoma.....
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