03.10.08 -
JOSÉ MARÍA POZUELO YVANCOS
JOSÉ MARÍA POZUELO YVANCOS
Lo específicamente humano es la memoria. En el que sigue siendo su mejor libro, Tristes Trópicos, el gran antropólogo Claude Levi-Strauss, luego de analizar la vida de decenas de tribus del Amazonas, incomunicadas entre sí, llega a decir que el culto a la memoria de los muertos es un universal de la raza humana. Se ha dado en todas las culturas de las que tenemos noticia, en América, Asia, Europa, África. En todas las épocas han quedado vestigios de ese acto de recordar a quienes marcharon antes.
La muerte nos iguala a todos, y seremos huesos o ceniza que nada nos distinguirán a unos de otros, excepto en la memoria de quienes nos recuerden, según fuimos o hicimos. El psiquiatra Carlos Castilla del Pino, por otra parte, ha afirmado que somos mientras alguien nos recuerda. Nuestra identidad está sujeta a la memoria de los otros.
Por eso es muy importante el debate que estos días ha saltado a la prensa sobre partidarios y detractores de exhumar los restos de Federico García Lorca, y de otros varios asesinados junto a él y enterrados en el mismo lugar, el barranco de Viznar. Me reconforta que hayan salido voces en defensa de la posición de los familiares de Federico García Lorca, que tiene muchos motivos para no querer que los restos del poeta descansen en otro sitio que allá donde quedaron, como testigos que siguen siendo de una barbarie y de un crimen, cometido con miles de españoles y de granadinos, algunos de los cuales reposan junto a él. Esta posición es todavía más fuerte cuando los sobrinos del poeta dicen comprender las razones de aquellos familiares que desean encontrar los huesos de sus difuntos. Pero están en su derecho de no querer que Federico García Lorca salga de donde está, allá donde fue asesinado. Precisamente en favor de la memoria histórica....
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