Todo lo que no sea dar sepultura digna es inhumano, como es el caso de las fosas comunes de la Guerra Civil. Pero sin coordinación en toda España, la ya difícil tarea de identificación de los cadáveres va a ser imposible
JOSÉ ANTONIO LORENTE ACOSTA 06/10/2008
Todo lo relacionado con la Guerra Civil y sus consecuencias es, aún a estas alturas del siglo XXI, tema sensible y complejo, con múltiples aristas, donde no es fácil entrar sin verse afectado y donde no hay modo de escribir algo sin salir malparado. Que esto sea así ideológica o políticamente me parece triste, pero que esto afecte a las actuaciones profesionales científicas me parece deplorable.
Si entre todos fuésemos capaces de alejar este tema de la batalla política, donde los unos lo utilizan para atacar a los otros -que de inmediato se dan por aludidos-, quizás lograríamos respetar la memoria de los fallecidos, dar ejemplo a nuestros hijos y dejar trabajar a los profesionales.
Vayamos por partes. Siempre, desde los más pretéritos tiempos a la actualidad, han existido rituales funerarios y a las personas se les ha dado sepultura, o incinerado o sumergido, siguiendo unas costumbres propias de cada época y cultura. Siempre he dicho y escrito claramente que respeto la vida tanto como la muerte, y creo firmemente que la dignidad de las personas que nos han precedido permanece, ante los demás seres humanos, en sus restos, y es posible que quizás influya en esta postura mi educación y el sentirme cristiano católico. Por ello considero que todo lo que no sea dar sepultura de modo reglado no es propio del ser humano, ni de su dignidad, cual es el caso evidente de las fosas comunes de la Guerra Civil española, y por ello soy partidario de la dignificación de todos los enterramientos comunes y, si se requiere por los familiares, de las identificaciones en los casos en que técnicamente sea posible....
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