Existen numerosos ejemplos de la ambigüedad de las democracias frente a regímenes totalitarios en función de intereses geopolíticos a lo largo del siglo XX y en la actualidad. Sin embargo, la postura de los aliados frente al régimen franquista al finalizar la Segunda Guerra Mundial merece, quizás, una revisión. En contra de lo que la mayor parte de la historiografía ha defendido y de lo que la oposición anti-franquista había querido creer, los aliados nunca se comprometieron a ayudar al bando que perdió la guerra civil en España. Concretamente, Gran Bretaña y su máximo líder, Winston Churchill, aceptó implícitamente el régimen franquista. Si bien es cierto que a priori los aliados condenaron el régimen franquista por no ser democrático, sus intereses económicos, estratégicos y políticos en España como bastión de defensa en contra de la expansión del comunismo siempre fueron prioritarios y nunca se plantearon la ayuda directa a los anti-franquistas.
Aunque se ofrece un panorama del posicionamiento de los aliados, el foco principal del libro es la postura de Gran Bretaña vis a vis España.
Este libro se basa sobre todo en la investigación hecha en el Foreign Office de Gran Bretaña (Public Record Office, Kew Gardens) y en la prensa del exilio del Pabellón de la República en Barcelona, el archivo Tarradellas en el monasterio de Poblet y el archivo Pi i Sunyer de la casa Golferichs en Barcelona.
Casilda Güell acompaña su exposición con una amplia documentación, fotografías y mapas, que nos ayudará a conocer de primera mano la relación de la Potencias Internacionales con la Dictadura Española y el dónde, cómo, cuando, quién y quienes actuaron en el mundo político europeo de posguerra dónde la larga sombra del mundo comunista proyecta un temor que explica actitudes y cobardías.
El libro incluye un prólogo de Josep Maria Solé i Sabaté, y una presentación de Joaquima Alemany i Roca.
PRESENTACIÓN por Joaquima Alemany Roca¿Qué pasó después de la –mal denominada– Guerra Civil Española 1936-1939?El avance de la civilización mundial se debe no sólo a las aportaciones realizadas por gobernantes y políticos, sino también a los estudios llevados a cabo por investigadores sobre los procesos de cambio de nuestras sociedades, tanto de la ciudadanía como del sector público.Más allá de una primera generación de ciudadanos, víctimas y sufridores de una guerra como la española (1936-1939), nosotros, como segunda generación, estamos obligados a informar sobre estos hechos a la tercera generación, a nuestros hijos y nietos, para que conozcan los sucesos acontecidos del modo más verídico posible. Unos hechos que han sido investigados fehacientemente por historiadores y analistas de distintas disciplinas.La Dra. Casilda Güell pertenece a esta tercera generación, una generación desconocedora, en general, de la realidad de la Guerra Civil. Por su formación y por su interés en estudiar varios de los procesos de nuestra sociedad, contribuye de forma muy eficaz al estudio de dicha realidad. Concretamente, su análisis representa una lúcida aportación al esclarecimiento de los años posteriores a la Guerra Civil Española.La Dra. Güell enfoca su estudio a las democracias resultantes y vencedoras de la Segunda Guerra Mundial, así como a la creación de los organismos internacionales que, como las Naciones Unidas, intentaron establecer y mantener un proceso de diálogo entre las altas potencias y abolir las guerras. Nos acerca, pues, a uno de los retos más importantes que surgen de las democracias que se precien de serlo y que nuestra generación no pudo estudiar ni conocer.Es prácticamente imposible hablar de un estado de derecho sin democracia, y es generalmente aceptado que un estado de derecho debe garantizar los derechos y libertades civiles y políticas. Sin embargo, queda aún mucho por hacer en este sentido, dado que muchos aspectos están por resolver.Esperemos que este libro cumpla uno de los objetivos de Dones per la Llibertat i la Democràcia: proporcionar a la juventud actual información suficiente para construir una sociedad más libre y democrática.Joaquima Alemany Roca PRÓLOGO por Josep Maria Solé i SabatéCasilda Güell es una investigadora rara avis en el mundo cultural hispánico. Estudió en la London School bajo la dirección de Paul Preston –señal inequívoca de rigor y lucidez– y los temas de historia que ha investigado, fuera de la Catalunya de la inmediata posguerra o de un contexto español o internacional, lo han sido bajo la premisa de un conocimiento profundo de los archivos británicos y la bibliografía anglosajona consiguiente. Ha quedado como hecho comúnmente aceptado por todo el mundo la idea, que afirmaban y repetían hasta la saciedad los exiliados y toda la oposición franquista, de que las democracias no cumplieron con su deber al acabar con el régimen totalitario fascista alemán e italiano al término de la Segunda Guerra Mundial.Pues precisamente el analizar dónde, cómo, cuando, quién y quienes actuaron en el mundo político europeo, en las incipientes Naciones Unidas es el trabajo que aborda Casilda Güell. No es un tema ni mucho menos inédito, pero sí es un análisis que encauza las actuaciones y las decisiones políticas del momento y las sitúa en un contexto preciso dentro de las relaciones políticas de un mundo de posguerra donde la larga sombra del mundo comunista proyecta un temor que explica actitudes y cobardías.Las discusiones interiores en Inglaterra, bajo la férrea sutileza de Churchill; las vacilaciones de Francia con un partido comunista vencedor por los hechos y la propaganda; el posicionamiento aún lejano de EE.UU. en la cuestiones hispanas; dejan paso a una valoración de las conferencias internacionales que marcaron la historia de la humanidad durante el medio siglo posterior. Los encuentros internacionales al más alto de nivel de los principales dirigentes del mundo –Yalta, San Francisco, Potsdam– dieron alas al franquismo. La suerte y la astucia de Franco se combinaron con el aislamiento absoluto de España, que bajo una propaganda pasional y racial dieron un indudable resultado a la Dictadura.Y, como colofón, lo más grave y fundamental fueron las divisiones internas de los partidos políticos derrotados y enfrentados, tanto en la guerra como en el exilio. Las trayectorias en función de intereses de partido e ideológicos, no eran, ni fueron, la mejor carta de presentación para ofrecer a unos aliados occidentales que defendían intereses comerciales y estratégicos una salida al franquismo que nunca, según nos describe Casilda Güell, estuvo entre sus prioridades. La injerencia en asuntos ajenos es un cóctel que se sirve con la aquiescencia y el acuerdo de todos los actores implicados y esto no ocurrió nunca contra la dictadura franquista.
Josep Maria Solé i Sabaté
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