15 de enero de 2014

Estimada Mª José ... recuerda que aunque a veces hay malas experiencias, nunca debes retroceder ni rendirte, quien persevera alcanza.
Joan Busquets i Verges. Exmaqui libertario del Berguedá 28/12/2013
"Muero contento, porque equivocado o no, muero por una idea" Manuel Barreiro dos días antes de ser fusilado 12/3/1939


jueves, 17 de diciembre de 2009

España a hierro y fuego (X). Galicia. Por Alfonso Camín.

Por Alfonso Camín.
Editorial Norte.México, 1938.

En Vigo, principal puerto de Galicia, ciudad industrial y moderna, fue horrible la matanza de hombres de la República. Lamentan los negros no haber apresado el acorazado “Jaime I”, cuya oficialidad estaba toda comprometida.
—iPero la tripulación fué traidora!
¿Traidora, a quién? ¿Traidora a los traidores? La tripulación, fiel al Gobierno y a España, degolló a la oficialidad. Se adelantó a los que más tarde habían de degollar a una gran parte de la ciudad de Vigo, desde el trabajador del puerto y de la fábrica, a las autoridades civiles y a varios diputados del término.
El “Jaime I” levó anclas. Y cuando el barco ya estaba lejos, la tropa, emboscándose con vivas a la República, sacó a la calle su artillería. El pueblo salió de sus casas y cuando se agrupaba en las calles aplaudiendo la lealtad de las tropas, éstas abrieron fuego de cañón y de ametralladoras contra el pueblo. Cayeron las primeras filas de hombres y mujeres indefensos, y así se adueñaron de Vigo.
Las gentes trabajadoras y los hombres civiles más arriscados, pero con pocas armas y ningún militar que los guiara, porque todos se han sublevado, combatieron en las afueras. Pero sólo a la defensiva. Después de unas horas de lucha fueron copados y fusilados en grupo. Los que se entregaron buenamente, ante la imposibilidad de defensa, también fueron pasados por las armas. Los republicanos restantes, lo mismo trabajadores que hombres de carrera, fueron cazados de casa en casa. La tierra bebió sus últimas bocanadas de sangre.
Los que, buscando la frontera, se refugiaron en Tuy se hallaron entre dos fuegos. Portugal no los amparaba. Tuvieron que defenderse y morir. No tenían armas no siendo unos cuantos carabineros que se batieron heroicamente haciendo, antes de morir, verdaderos estragos entre los "negros". Los capturados sin armas, también fueron muertos en el mismo día.
De los mineros gallegos, engañados como los de Asturias, entre Santiago y La Coruña, poco se puede contar que no aumente la sangre y las víctimas. La Guardia Civil, cuerpo que se ha distinguido por su infidelidad a la República y su crueldad manifiesta, los fué ametrallando por los caminos, especialmente en él pueblo de Ordenes, provincia de La Coruña. Los guardias les tiraban a mansalva, parapetados en las paredes.
En Pontevedra y Santiago sucedió como en Orense. Dueñas las fuerzas del campo y de las armas, no hubo más que cortar cabezas arrancadas de los hogares.
La que resistió con más brío fué La Coruña. Si el pueblo tiene armas, La Coruña— donde se combatió dos días— pudo hacer fracasar la sublevación en las otras provincias gallegas. Pero el pueblo no tenía armas y quedó a merced de los capitalistas con trabuco, del Ejército y de los "negros" "falangistas", bien armados en los propios cuarteles.
Sabemos, por encima, que la tropa, adicta, como la de casi todas las guarniciones de España, a la nación republicana, fué sorprendida, engañada por la osadía de un grupo de comandantes y de coroneles. Que estos oficiales, hijos de ricachos y protegidos del capital rencoroso y fósil, le cerraron el paso al viejo general Caridad Pita, cuando, con su bastón de mando, quiso hacerse cargo personalmente de la tropa.
—I Aquí mando yo!— rugía el viejo general, trémulo de ira.
-¡Aquí no manda nadie, más que nosotros!

El general quiso salir de nuevo. Los oficiales le cerraron el paso. Eran veinte pistolas contra un pecho.
Mientras tanto, otros oficiales “negros”, al mando de un coronel, se hacían cargo de las fuerzas de los cuarteles. El general estaba preso. Se le arrebató elmando. Se le fusiló después.
Asimismo fué también fusilado el general Salcedo, que no se encontraba de servicio. Le sorprendieron en la calle y corrió la misma suerte de su compañero.
El Gobierno Civil resiste. Las tropas sacaron unos cañones y dispararon contra el edificio, desde la explanada del puerto. El Gobernador hace lo que puede. Se defiende con algunos guardias de Asalto, algunos gendarmes y correligionarios civiles. Es hombre entero, pero no es hombre de armas. Hay unos momentos en los que ya flaquea. En cambio, la mujer es una leona rubia, una joven francesa con la que contrajo matrimonio hace pocos meses. Es valiente y es fina como un álamo al viento. Su cabeza parece una hoguera. Se le impone al marido:

—¡Nada de rendición! No se pacta con los bandidos. ¡Eres la Ley! ¡Eres la República! ¡Eres España! La actitud de la gobernadora prolongó la capitulación. Esto no es cosa que perdonen los "negros". Ni a ella ni a él. El ya está fusilado. Ella está presa, bien custodiada, en las afueras de La Coruña.
En La Coruña también han fusilado a Mazariegos, Presidente del Sindicato de Banca. Al diputado Miñones. A las Autoridades Civiles. A muchos paisanos, cuyos nombres se irán vertiendo en nuestros oídos, como si fueran gotas de agua de nieve.
Betanzos quiso defenderse. Voló el puente de piedra de la entrada del pueblo, que hace arco frente a la ría. Eran fuerzas de la Guardia Civil las que venían, como una masa negra y brillante, sobre Betanzos. Cayeron varios guardias muertos y heridos. Rugían como chacales.
—¡Ya nos las pagarán!
Y recularon a La Coruña.
La Guardia Civil “negra” tiene el concepto, ya de muy antiguo, que cada uno de ellos vale por cincuenta ciudadanos de España. Aquellas muertes costarán cien muertos.

Más tarde, cuando entran a Betanzos, reforzados por más "negros" de La Coruña, cumplen su palabra.
No dejan cabeza libre en Betanzos.
—¿Ya no hay más?
—Parece que no.
—Bueno. Ahora, a los pueblos.
Entran en las casas campesinas, sacan a rastras a los labriegos, los fusilan allí mismo, delante de las familias. Y si alguno se escapa, lo cazan por las tierras labradas.

Los fusilamientos en El Ferrol.

Vienen noticias de El Ferrol. Los "negros" de Lugo sienten una alegría siniestra por la tragedia del Apostadero gallego. Pero, al mismo tiempo, se sienten rebajados en sus categorías de asesinos con uniforme:
—Primero, nos ganan en Orense. Ahora, en El Ferrol. Aquí, en Lugo, somos unos idiotas. Nos entretienen todos los días con unos cuantos "rojos" de Asturías, unos "panchos" de Vegadeo, unas "anchoas" de Vivero y unos "grelos" de la provincia. Ayer nos trajeron unos "fanecas" de Luarca.
—¿Y qué?
—Ya están descabechadas. ¡Pero todo esto es nada! El Ferrol se porta mejor que nosotros. Aquí seguimos, ¡tan frescos!, dándole rancho a Vega de la Barrera.Se referían a que aun estaba el pobre hombre vivo. Porque los espectros no comen. El día anterior nos contaba un carcelero:
—Vega de la Barrera da lástima. Parece no tener sangre. No prueba un bocado. Se extingue en el calabozo como un fantasma de cal: blanco, silencioso, con la razón al garete.
¿Qué es lo que sucedió en El Ferrol? ¡Un encanto para los "negros" de España! Peor que la tragedia de Badajoz,

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