ABEL GILBERT BUENOS AIRES 4/11/09
Manuel Coley Robles nació el 26 de junio de 1934 en Barcelona y llegó a Buenos Aires a los 17 años, en 1951, huyendo con su madre, Alejandrina, de la dictadura franquista. Los militares argentinos lo fusilaron en febrero de 1977. Lo enterraron como NN [sin nombre] en un cementerio bonaerense. El Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) logró la identificación de sus restos, la primera de un desaparecido español en este país en los años de horror, el pasado día 24. El juez Horacio Cattani se lo comunicó ayer formalmente a la familia. «Esta es una victoria de la verdad y la dignidad. Recuperamos lo que han querido borrar de la historia», dijo su viuda, Alcira del Valle Juárez, quien llegó a los tribunales con dos de sus hijos, su nieta y su bisnieto.
Manuel Coley Robles nació el 26 de junio de 1934 en Barcelona y llegó a Buenos Aires a los 17 años, en 1951, huyendo con su madre, Alejandrina, de la dictadura franquista. Los militares argentinos lo fusilaron en febrero de 1977. Lo enterraron como NN [sin nombre] en un cementerio bonaerense. El Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) logró la identificación de sus restos, la primera de un desaparecido español en este país en los años de horror, el pasado día 24. El juez Horacio Cattani se lo comunicó ayer formalmente a la familia. «Esta es una victoria de la verdad y la dignidad. Recuperamos lo que han querido borrar de la historia», dijo su viuda, Alcira del Valle Juárez, quien llegó a los tribunales con dos de sus hijos, su nieta y su bisnieto.
Han pasado 32 años desde la noche en la que los Coley cenaban en su humilde casa de Quilmes, en la periferia bonaerense, y una patota [comando] del Ejército se llevó a Manuel con los ojos vendados. Alcira, con quien se casó en 1964, salió a buscarlo en las tinieblas. «Quédese tranquila, se fue con otra», le dijo una vez con sorna un represor.
LARGA LUCHA / En medio de la pobreza, Alcira y su suegra, Alejandrina Robles, nunca dejaron de pelear: «Adonde íbamos nos sacaban a punta de pistola». La madre de Manuel Coley murió en 1984. Ni siquiera pudo ver el comienzo del juicio contra las juntas militares. Después vino la era de la impunidad. El muro se derrumbó a partir de 2003. Y, en medio de los nuevos procesos contra los represores, la familia encuentra algo de sosiego: la posibilidad de enterrar a su ser querido con su propio nombre y elaborar de otra forma el duelo tan demorado.
«Lo que se ha logrado es solo el comienzo. Vamos a seguir con la búsqueda de la justicia», dice su hija mayor, María Marta Coley. Los tiempos de la verdad se aceleraron cuando ella se presentó ante el EAAF y le extrajeron una muestra de ADN que permitió identificar a su padre. El juez Cattani resumió parte de ese trabajo descomunal. «Durante muchos años buscábamos a ciegas, creíamos que había ficheros ocultos con la información sobre las víctimas. Los restos del genocidio pudieron ser hallados en los intersticios que deja la burocracia, leyendo información anodina en los diarios de la época». La tecnología del EAAF, que ya ha cotejado miles de muestras de ADN y ha extraído de las fosas comunes 507 esqueletos, permitió, finalmente, identificar a Manuel Coley. «Fue, como en otros casos, una labor detectivesca», explica Luis Fondebrider, el antropólogo del EAAF.
«Hemos visto morir a las madres de españoles pidiéndonos que siguiéramos buscando. Nunca pensábamos que uno pudiera ver un poco de luz», dice María Consuelo Castaño Blanco, de la Comisión Desaparecidos Españoles en Argentina. El organismo estima que unos 100 españoles y más de 2.000 personas de origen español corrieron la misma suerte que Coley entre 1976 y 1983.
El embajador español, Rafael Estrella, recordó el apoyo de su Gobierno al EAAF: «Honramos a los desaparecidos españoles y a todos los desaparecidos». Según Estrella, el Estado argentino tiene todos los instrumentos legales para perseguir y juzgar a quienes cometieron esos crímenes. Eso esperan los Coley.
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