Se cumplen 50 años de la detención y maltrato de Anita Sirgo por encabezar la movilización de las mujeres en las huelgas mineras
Ine.es 04.09.2013 Langreo, J. Vivas
Todo ocurrió hace ahora medio siglo, pero Anita Sirgo cuenta su historia
como si hubiera pasado anteayer. Se justifica asegurando que ha hablado
tantas veces de lo ocurrido entonces, que es difícil borrarlo ahora de
su memoria. Tampoco lo pretende, «porque siempre he querido que se
supiera la verdad». Sirgo fue detenida y maltratada por participar de
forma activa en la movilización de las mujeres de las Cuencas en apoyo
de las huelgas mineras en septiembre de 1963. Cincuenta años después,
asegura no guardar rencor por lo ocurrido, «pero sí quiero que se haga
justicia».
A sus 83 años, Anita Sirgo mantiene su vitalidad
reivindicativa y defiende que sus actos «siempre fueron por la defensa
de los mineros, que trabajaban en unas condiciones inhumanas». Por eso,
junto a otras compañeras y amigas, como Tina Pérez, que también sufrió
los mismos abusos que ella, comenzó a movilizar a las mujeres de los
mineros en la clandestinidad. Un movimiento que se asemeja -con las
diferencias claras de la época- al que encabeza en la actualidad el
colectivo «Mujeres del carbón en lucha». En plena dictadura, Sirgo y el
resto de sus compañeras lo tuvieron mucho más difícil. «No nos podíamos
juntar más de siete personas a la vez para que no sospecharan, pero aún
así conseguimos reunir muchos apoyos». Su objetivo, en medio de las
huelgas mineras, «era convencer a los esquiroles para que no fuesen a
trabajar, y vaya si lo hicimos».
El éxito de sus
movilizaciones trajo consigo su detención y la de Tina Pérez. «Querían
que les diésemos información, pero nos negamos en rotundo», explica. Su
negativa fue respondida con tremendas palizas y rapándole el pelo con
una navaja de afeitar. «Nos dijeron que sólo nos dejarían salir de la
cárcel si nos poníamos una pañoleta para que la gente no viera lo que
habían hecho con nosotras, pero nos volvimos a negar», relata. Eso le
valió un mes más de cárcel en Oviedo «hasta que me creció algo el pelo y
me dejaron salir». Pero no pudieron amedrentarla. «No paré en casa, me
fui a la calle a contarle a todo el mundo lo que habían hecho con
nosotras». Su relato llamó la atención de la opinión pública y
trascendió las fronteras del país. Tal fue su repercusión, que obligó a
Manuel Fraga, que por entonces era ministro con Franco, a desmentir los
hechos.
Anita Sirgo se convirtió en un símbolo de la
represión franquista. Y aún así, nunca se divinizó, sino que siguió
luchando por los derechos de los trabajadores junto a otras mujeres de
la región. Entre estas protestas, destaca un sonado encierro en los años
setenta en la Catedral de Oviedo. No se arrepiente, todo lo contrario,
asegura que, «aunque pasamos penalidades y llevamos muchos golpes,
mereció la pena. Sin nosotras, no sé si se habría llegado a donde
llegamos», concluye.
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