15 de enero de 2014

Estimada Mª José ... recuerda que aunque a veces hay malas experiencias, nunca debes retroceder ni rendirte, quien persevera alcanza.
Joan Busquets i Verges. Exmaqui libertario del Berguedá 28/12/2013
"Muero contento, porque equivocado o no, muero por una idea" Manuel Barreiro dos días antes de ser fusilado 12/3/1939


martes, 21 de septiembre de 2010

Antoni Ruiz (víctima de la represión de la homosexualidad en el franquismo)

Su dolor estaba ahí, a la vuelta de la esquina, escondido en un rincón hacia el que tantas veces la sociedad no ha querido mirar.

*Irene Sánchez Carrón -Diario Hoy 18-9-2010 KaosenlaRed. Una de las sorpresas gratas que me ha deparado este verano ha sido coincidir en Santa Amalia con mi paisano Ángel Olmedo, que dirigía un Campo de Trabajo para la Recuperación de la Memoria Histórica en el marco de la 'Campaña de Verano' organizada por la Consejería de los Jóvenes y del Deporte junto con la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica de Extremadura. He tenido la suerte de poder acompañar a Ángel al lugar de las excavaciones, en el cementerio amaliense donde se tiene noticia de la existencia de una fosa común. Ha sido un privilegio conocer de primera mano los progresos y enterarse del estado de la cuestión en una zona en la que la contienda dejó muchos muertos y desaparecidos. Las labores, además de la búsqueda de enterramientos, se han extendido a la clasificación de documentación, terreno en el que, me contaba Ángel Olmedo, queda mucho trabajo por hacer en los ayuntamientos.
En el marco de las actividades del campo de trabajo, asistí en la casa de la cultura a la charla de Antoni Ruiz, que llevaba por título 'La represión franquista contra los homosexuales'. Siguiendo las explicaciones de Antoni y la información recogida en el documental 'Sentenciados sin juicio', cuyo visionado les recomiendo, tratamos, durante las dos horas escasas que duró el acto, de imaginar el sufrimiento sin sentido de este hombre y de tantas otras personas en una época no tan lejana. Porque Antoni no nos hablaba de los años cuarenta o cincuenta sino de la supuestamente aperturista década de los setenta, concretamente de los años de la Transición. Su dolor estaba ahí, a la vuelta de la esquina, escondido en un rincón hacia el que tantas veces la sociedad no ha querido mirar porque rechazaba lo que veía.
Cuesta mirar a los ojos a gente como Antoni Ruiz. Nacido en Xirivella (Valencia) el 5 de junio de 1958 en una familia de clase humilde, descubre a los catorce años su homosexualidad. Con diecisiete años se sincera con su madre, y tiene la mala suerte de que ésta comparte la confesión filial con una tía, que a su vez pone los hechos en conocimiento de una monja de su confianza, que a la postre acaba haciendo lo que cree más correcto: denunciar a Antoni a la Policía. Como ven, un cúmulo de sinsentidos y de mala suerte que acaba con la detención del muchacho y su internamiento en varias prisiones del estado en 1976, cuando apenas contaba con dieciocho años.
Tratamos de imaginar esos duros momentos, la detención por sorpresa, el viaje en el furgón policial, los duros interrogatorios, el ingreso en distintas prisiones, entre ellas la de Badajoz. El delito cometido: ninguno todavía. Pero estamos en una época en la que, como explica muy bien uno de los juristas que hablan en el documental, se practica la prisión preventiva de aquellas personas consideradas sospechosas o en riesgo de delinquir. El marco legal que ampara estas detenciones sin necesidad de que exista delito no es otra que la lamentable Ley de Vagos y Maleantes aprobada en la Segunda República con el fin de controlar a los mendigos, rufianes y proxenetas. Como decimos, por sorprendente que hoy pueda resultar, se trata de una ley que no sanciona delitos sino que intenta prevenirlos antes de que se cometan, lo que se presta, como bien podemos imaginar, a todo tipo de arbitrariedades.
Durante el régimen franquista la Ley es muy bien aprovechada y se modifica para ampliar su radio de acción. De esta manera se acaba incluyendo a los homosexuales como parte de la población sospechosa, al lado de los rufianes, de los mendigos profesionales, de los proxenetas y de los que explotan a los menores, enfermos y lisiados. La agrupación da para reflexionar largo y tendido. La Ley que afecta a Antoni es la de 'peligrosidad y rehabilitación social' que sustituye en los años setenta a la anterior. En este momento, se considera que los homosexuales deben ser internados en módulos especiales de las cárceles o en manicomios para la reeducación de su conducta desviada y su posterior rehabilitación. Esto sí que nos resulta familiar, porque precisamente hace unos meses una clínica de Barcelona ha sido noticia por ofrecer terapias para curar la homosexualidad.
El testimonio de Antoni es claro al respecto: al llegar a la cárcel no fue reeducado ni curado de su supuesta enfermedad, sino sistemáticamente vejado y violado, y al terminar el programa que conducía a su rehabilitación sólo obtuvo una orden de alejamiento de su lugar de origen y un expediente de peligrosidad social que le impidió la incorporación al mundo laboral, por lo que acabó dedicándose a la prostitución.
Antoni busca nuestros ojos cuando nos habla. ¿Cómo resarcir tanto sufrimiento? ¿Cómo se indemniza por toda una vida? Estas preguntas flotan en el ambiente y él nos ofrece respuestas que no nacen del odio y del rencor esperables en sus circunstancias. No. Antoni se muestra satisfecho de lo conseguido jurídicamente y nos dice que se considera resarcido con el reconocimiento de su condición de represaliado, con el archivo de su expediente y su destrucción simbólica y con una pequeña cantidad de dinero a modo de indemnización. Con esto dice Antoni que le basta. Su país institucionalmente le ha pedido perdón de esta forma y él ha perdonado. Importante esta lección de dignidad para todos nosotros.

Irene Sánchez Carrón es escritora.

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