El torturador Melitón Manzanas
"Amenazaban con llevarte a manos de Meliton Manzanas"
Público / DIEGO BARCALA- MADRID 08/01/2012
Tan sólo dos años después de la caída del muro de Berlín, el escritor alemán
Georg Dreyman acude a los archivos de la Stasi, la poderosa policía secreta de
la antigua RDA, a comprobar quién era el policía encargado de espiarle, qué
escribió sobre él, qué sabía de su vida... La conocida escena pertenece a la
película La vida de los otros (Florian Henckel von Donnersmarck, 2006)
y representa la ruptura con el pasado que España
no hizo en su transición. Los expresos políticos españoles no sólo
desconocen qué fue de sus informes policiales sino que los que ordenaron su
elaboración, los utilizaron para condenarlos, los encarcelaron y hasta les
torturaron siguieron en sus puestos o incluso
fueron condecorados por el nuevo régimen democrático.
El próximo 21 de enero se presenta la asociación de expresos del franquismo
La Comuna. Militantes de la Liga Comunista Revolucionaria, el FRAP (Frente
Revolucionario Antifascista y Patriota), el PCE o la prehistórica ETA
VI Asamblea que reclaman la nulidad de sus
juicios y sentencias como un hecho que va más allá de un simple
reconocimiento moral a su lucha por la democracia. "Los tres presidentes que
tuvo el TOP (Tribunal espacial de Orden Público o represión en vigor desde 1963
a 1977) se reintegraron en el Tribunal Supremo y los 11 jueces acabaron haciendo
sus carreras en la Audiencia Nacional y en las Audiencias Provinciales",
ejemplifica José María Galante, militante de la Liga Comunista Revolucionaria
que fue detenido cuatro veces entre 1968 y 1973.
"Los presidentes del TOP se reintegraron en el Supremo", denuncia
Galante
Como asociación tienen un símbolo. No
es otro que la desaparecida cárcel de Carabanchel, por donde pasaron miles de
presos políticos y ahora mismo no hay una simple placa que los recuerde. "Hace
tres años apareció por ahí Rubalcaba diciendo que corría mucha prisa construir
sobre la cárcel. Y hoy sigue siendo un solar. Tenían mucha prisa por hacer
desaparecer los muros", explica Galante, conocido por todos como
Chato.
"Lo mejor es que en la puerta del edificio una pancarta dice: Bienvenidos",
recuerda sobre la sede de la Stasi de La vida de los otros Luis
Roncero, de 69 años, exmilitante del FRAP y que pasó cuatro años detenido en la
cárcel de Carabanchel. Miles de militantes antifranquistas como Roncero,
condenados por los tribunales ilegales e ilegítimos durante los años sesenta y
setenta, nunca han confiado en la Justicia española para reclamar
responsabilidades por las tropelías franquistas. "Estamos encandilados con la
querella de Argentina porque es la única vía donde puede haber justicia. Aquí ya
sabemos que no la va a haber. Y ya se ha visto en casos como el de Grimau o
Humberto Baena que se da por causa juzgada", opina Galante.
Las torturas sufridas por esta generación de entonces jóvenes que heredaron
de sus padres derrotados en la Guerra Civil la dignidad, el coraje y la
persistencia han quedado impunes. "Yo caí en Santander y me libré de las palizas porque me pusieron contra un
muro y me pegaron un tiro en la espalda que me atravesó los pulmones.
Como le gustaba decir a Franco, no hay mal que por bien no venga", ironiza el
exmilitante de ETA de 68 años, Enrique Guesalaga.
"Me libré de las palizas porque me pegaron un tiro", recuerda
Guesalaga
"En mi pueblo, en Eibar, donde todo el mundo hablaba en euskera, te
castigaban si lo hablabas y antes de cada partido de pelota en el frontón te
hacían cantar el Cara al sol. Esa es nuestra generación", explica
Guesalaga, condenado en el proceso de Burgos a 50 años de prisión por un delito
de terrorismo. Con la Ley de Amnistía de 1977 salió en libertad. "La gran trampa
de la Transición", califica a esta norma su compañero Josu Ibargutxi, de 62
años. "Por 800 presos que había entonces en las cárceles, consiguieron aprobar
una ley de punto final", añade Ibargutxi.
Detenido en coma
Una selección de expresos reunidos en un bar irlandés junto a la antigua sede del TOP, ahora Tribunal Supremo, en Madrid, describen a Público cómo fueron sus detenciones. "Yo caí detenido como activista en abril de 1968, antes incluso del mayo francés, por acudir a desactivar un artefacto que la organización había decidido poner en la delegación de uno de los aparatos de propaganda franquista más importante de entonces, que era el periódico El correo español. Fui a desactivarlo para evitar que hiriera a alguna persona que pudiera pasar y me explotó en el morro. Me quedé malherido y en coma. Por eso evité las torturas de la comisaría", describe Ibargutxi.
"La trampa de la Transición fue que el sistema perduró", opina Puig
Cuando recuperó sus facultades, Josu fue sometido a los temidos
interrogatorios. "Como no cantaba todo lo que querían, me amenazaban con hacerme
pasar por las manos de Melitón Manzanas, el temido torturador franquista, que en agosto la organización decidió
ejecutar", recuerda. El Gobierno de José María Aznar condecoró en 2001 a
Manzanas con la Medalla de Oro al Mérito Civil.
El grado de las palizas dependía del momento de la detención. Valentín
García, de 68 años, fue detenido el 29 de enero de 1969, en pleno estado de
excepción por la muerte días antes del estudiante antifranquista Enrique Ruano.
"Estuve 15 días detenido e incomunicado. Me ataban a la silla y me desnudaban
por el efecto psicológico. Me pegaron noche y día, aunque ni me acuerdo de qué
horas eran", recuerda.
Los expresos del tardofranquismo se reconocen a sí mismos como una
organización huérfana de padres políticos. El PSOE apenas contó con presos en la
Transición y el PCE "se olvidó de los suyos", como destaca Galante. "La frase
que define ese olvido es la de Santiago Carrillo cuando dice que el PCE ya ha
enterrado a sus muertos", explica (Marcelino Camacho aseguró en 1977 que el PCE
había "enterrado sus muertos y sus rencores"). "¡Con todos los que todavía
tienen desaparecidos en cunetas!", exclama Guesalaga.
Aznar condecoró al torturador Manzanas en 2001 como víctima de ETA
Tres décadas después de la Ley de Amnistía, los expresos se preguntan por qué
no la han debatido hasta ahora. "Cuando salimos, pensábamos en el futuro. Éramos
gente joven, nuestra generación no es la que vivió la guerra y teníamos muchos
proyectos por hacer. El objetivo era derrocar a la dictadura. Queríamos romper
con el sistema y transformarlo. Buscábamos la emancipación social. La Transición
fue una trampa que hizo perdurar el sistema", analiza Acacio Puig, de 63 años,
exmilitante de la Liga Comunista Revolucionaria.
Puig pide un té y sonríe a Chato al recordar sus tiempos entre rejas. "Tomábamos siempre té. Era como un ritual",
recuerda de sus días en Carabanchel. Acacio cayó en 1973 en un piso de Vallecas
donde su organización tenía un almacén de propaganda electoral. Tras pasar por
los calabozos de la Dirección General de Seguridad en la Puerta del Sol, tuvo un
juicio militar. "Me metieron 13 años por asociación ilícita, propaganda ilegal y
añadieron terrorismo porque les interesaba por haber sido un juicio militar",
concluye.
Si hay algún personaje de los calabozos que todos recuerdan es Saturnino
Yagüe, jefe de la Brigada Político Social, excombatiente de la División Azul que
falleció en 1978 después de haber recibido una medalla al mérito policial, entre
otras condecoraciones. "Fue el que refinó las torturas. Hasta entonces eran muy
borricos y este refina los métodos", añade Puig.
"Yagüe refinó las torturas en la Brigada Político-Social", dice un ex
preso
Perfil del funcionario
"El perfil del jefe de las prisiones cambia. Ya no son gente acostumbrada a
sacar a fusilar cada día a un puñado de presos. A partir de los setenta saben
que no se puede hacer eso. Por ejemplo, el jefe de la prisión en Segovia nos
permitía tener equipos de música. Bueno, y además, con tal de que no hiciéramos
ruido, nos dejaba en paz hasta tal punto de que preparamos dos fugas
consecutivas", apunta Chato. "Nuestra gran reclamación era el estatuto del preso
político. Nunca lo conseguimos, pero éramos tratados como presos políticos",
matiza Ibargutxi.
Con un proceso de anulación de una sentencia, los expresos aspirarían a tirar
de la manta de miembros de la brigada político social, guardias civiles o
incluso de jefes de prisiones. Acacio apunta a alguno de esos funcionarios de
prisiones como represores: "Javier Cabezudo Hernández, director de Carabanchel,
José Manuel de la Fuente, de Soria, Antonio Rodríguez Alonso, del Puerto de
Santamaría, o Prudencio de la Fuente, de Burgos".
"El PSOE no tenía presos y el PCE se olvidó de ellos", denuncia
Chato
Todos coinciden en señalar que las peores experiencias que se vivieron en las
cárceles fueron sufridas por los jóvenes. "Éramos unos 15 presos políticos de
menos de 20 años. Nos juntaron con el resto de presos comunes que nos hicieron
la vida imposible dirigidos por los funcionarios. No podíamos mantener ni la
comida por la mafias que se formaban. Cómo sería que, cuando me trasladaron al
módulo de adultos, creía que eso era la libertad", recuerda Ramiro, ex del
reformatorio de Carabanchel.
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