El Correo.com - Francisco Góngora 09.12.13
Las enfermedades mentales pueden llegar a producir situaciones inimaginables para cualquier ser humano. La biografía de Nicola Jolic, un
croata nacido en Triluka, en la actual Bosnia-Herzegovina, en 1912, es
una de esas historias que dan vértigo a los propios profesionales de la
salud mental alavesa. Llegó a España como voluntario de las Brigadas Internacionales durante
la Guerra Civil. Fue hecho prisionero por los nacionales y en ese
momento comenzaron sus desgracias. Debió pasar algunos años en los
campos de concentración españoles antes de recalar finalmente en el de Nanclares de la Oca.
Nicola Jolic se sumergió en el silencio desde
entonces. De vez en cuando aparecían algunos supuestos familiares que
se preocupaban de su situación. Pero no había respuesta por parte del
croata. En 1959 se recibió la carta de un fraile yugoslavo afincado en
Madrid, que aseguraba que su esposa se interesaba por su estado. Tres
años después era la Cruz Roja la que intermedió con la presunta familia
de Jolic en Yugoslavia, al tiempo que le informaban de la existencia de
una hermana suya en Toronto, Canadá. Los escritos de la Cruz Roja se
repitieron. Pero las respuestas a estas cartas se realizaban a través de
la asistente social ya que el hombre no abandonaba su mutismo. En 1971
era el arzobispo de Banja Luka, población de Bosnia, el que volvía a
interesarse por su compatriota sin obtener respuesta. También el año
1975 la asistente social recibe una misiva de la sobrina en la que le
agradece haber sabido algo sobre Nicola que según los datos que obran en
los archivos de Las Nieves reflejan “una alegría manifiesta por estas
circunstancias”.
Durante 10 años no ocurrió nada nuevo hasta que apareció
otro nuevo sobrino, éste en Alemania, que coincide con un escrito de la
embajada yugoslava, a la que se le propone una repatriación de Jolic a un psiquiátrico local. Pero no se termina el asunto y la antigua Yugoslavia comienza una guerra civil que impide la solución apropiada.
A comienzos de los años 90, la reforma del código civil
español cambia la situación de todos los internos de Las Nieves y se
regulariza su estatus. Se pretendía comprobar si existían personas
ingresadas en contra de su voluntad, además de conseguir la tutela por
parte de las familias y la desinstitucionalización de los pacientes.
Pero Nicola ya se hallaba imposibilitado para vivir fuera del centro.
Murió nonagenario
Con el transcurso de los años, tal y como sucede en las
fases más tardías de la enfermedad que padecía Nicola se fue
tranquilizando. Pasó décadas de pie, callado –nunca llegó a pronunciar
una frase en castellano- pero al envejecer se sentó, permaneció igual de
silencioso, y perdió la vista sin que nadie lo notara
hasta que necesitó ayuda para deambular. Pasó sus últimos años
encamado, silencioso, como siempre y murió tranquilo, ya nonagenario,
después de que sus tutores acordaran con el médico internista evitar
maniobras intervencionistas dejando que las cosas discurrieran por el
camino más natural posible.
Jolic pertenecía, según la bibliografía psicogeriátrica británica, a la categoría de los ‘graduados’, pacientes resistentes y excéntricos que necesitan muy poca asistencia hasta
que enferman físicamente con el paso de los años y que se caracterizan
por una excelente adaptación a la vida hospitalaria. Pacientes a los que
ha sido imposible externalizar adecuadamente en las sucesivas oleadas
de programas de desinstitucionalización. A ellos se debe en parte el
avance de las terapias y rehabilitaciones de la psiquiatría, porque con ellos se ha experimentado de todo.
Un pequeño texto del psiquiatra Juan Medrano y del médico y presidente
de la Fundación Tutelar para Personas con Enfermedad Mental de Álava ,
Ramón Díaz de Otazu, titulado ‘confieso que han vivido’ trata de
dignificar la vida de personas como Jolic. A eso contribuye la fundación
Beroa que tutela a estas personas y las acompaña a lo largo de su vida.
Medrano y Díaz de Otazu reflejan y llaman la atención sobre
la soledad y el aislamiento de las vidas de personas como Jolic o C.,
otro enfermo esquizofrénico que había estado en Las Nieves más tiempo
aún que Nicola. “Fueron muy pocas personas a los funerales de Nicola Jolic y
C. Casi todas eran feligreses habituales de la parroquia a esa hora de
la tarde, y nunca habían oído hablar de ellos. Sin deudos que los echen
en falta y sin más historia que su institucionalización en realidad
fallecieron por segunda vez. La enfermedad y el internamiento les
llevaron a su primera muerte, la del olvido de los olvidados por la
sociedad. Hoy sus cuerpos descansan en dos tumbas contiguas. Pronto unas
lápidas reivindicarán su recuerdo y confesarán que existieron dos
personas con su nombre”.
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