Manuel Martínez Gargallo, el juez que condenó a muerte al poeta de Orihuela en 1939, fue un conocido articulista de humor junto a otras firmas de la Generación del 27 como Edgar Neville, según la reciente investigación del profesor Juan A. Ríos Carratalá , de la UA
Información.es - Juanjo Payá 11.05.2014 |
El juez que condenó a muerte a Miguel Hernández, a finales de 1939, en un proceso sin garantías judiciales de ningún tipo, al término de la Guerra Civil, se llama Manuel Martínez Gargallo y fue un activo y conocido articulista de humor junto a otras firmas distinguidas de la Generación del 27 como Enrique Jardiel Poncela y Edgar Neville.
Aunque pueda parecer lo contrario, y pese a las montañas de papel que podrían acumular a día de hoy las investigaciones sobre Miguel Hernández, apenas se conocen datos de Manuel Martínez Gargallo, el verdugo del poeta de Orihuela y de otros tantos escritores, periodistas e intelectuales leales a la República desde que éste se pusiera al frente del tribunal especial de Prensa en la dictadura franquista.
«El pasado del juez instructor no varía la valoración del proceso contra Miguel Hernández, pero su desconocimiento prueba la frecuente falta de curiosidad para conocer los verdugos de la judicatura o la milicia cuando nos ocupamos de las víctimas», señala Juan A. Ríos Carratalá, catedrático de Literatura Española de la Universidad de Alicante (UA), y autor de esta reciente investigación sobre el juez Martínez Gargallo que da luz a su perfil biográfico como escritor de éxito en relatos humorísticos.
«Los pormenores del proceso de Miguel Hernández se conocen y se repiten con el rigor previsible cuando se trata de un autor de prestigio que cuenta con una amplia bibliografía. Las posibilidades de añadir una información relevante son escasas, pero –según me cuentan mis colegas hernandianos de la Universidad de Alicante- nadie ha manifestado especial interés por perfilar la silueta de quien procesara al oriolano con tan trágicas consecuencias. De ahí que se ignore, hasta ahora, el pasado de Manuel Martínez Gargallo como "fino humorista" en la línea de Jardiel Poncela y otros representantes del espíritu innovador que exaltaba la juventud y la modernidad», agrega Ríos Carratalá, quien tiene previsto publicar la primera parte de esta historia en la revista de la Universidad de Temple, en Estados Unidos, aunque tiene suficientes datos como para completarla y añadirla en un futuro libro.
¿Y quién fue Manuel Martínez Gargallo? Sus compañeros de la Generación del 27 le definían como un autor de talento, con grandes dotes de imaginación e ingenio, que se movía entre relatos con hipopótamos parlanchines o viajeros que perdían su bazo en el trayecto del autobús. Cuentos y escritos que, en definitiva, provocaban las risas de los lectores de Buen Humor y, para él, funcionaban como un bálsamo ante la dureza de las oposiciones a juez. Su presencia junto a los humoristas del 27 se justifica también por sus colaboraciones en otras publicaciones como Cosmópolis, Ondas, Gutiérrez, Blanco y Negro, ABC, Cinegramas...
Licenciado en Derecho por la Universidad Complutense, fue un habitual de las publicaciones humorísticas hasta que en marzo de 1931, poco antes de la proclamación de la II República, obtuvo la plaza de juez en Murias de Paredes, un pequeño pueblo de León que por entonces no alcanzaba ni los 3.000 habitantes. Es más, por temor a ser reconocido en las revistas de humor, y su carrera judicial se pudiera ver afectada, muchos de sus cuentos los firmó como Manuel Lázaro.
Al poco de ejercer como magistrado en la II República, fue trasladado de la pequeña localidad de Murias de Paredes al juzgado de Ávila, lo que puede considerarse como un ascenso, donde continuó trabajando con normalidad hasta que el alzamiento militar y la brutalidad de la Guerra Civil precipita los acontecimientos: Manuel Martínez Gargallo viaja entonces a Madrid, huye por la sierra y se une así al bando nacional, hasta que al término de la misma es nombrado juez instructor para los casos seguidos contra los periodistas, dibujantes y escritores que se manifestaron a favor de la II República.
Martínez Gargallo fue un magistrado especialmente virulento y opresor, que no solo se prueba por la causa de Miguel Hernández, sino por otros casos como cuando procesó a uno de los dibujantes de sus cuentos, Enrique Martínez Echevarría; o cuando fue capaz de transformar una pena inicial de 12 años al periodista Diego San José por otra de condena a muerte.
«Convendría reflexionar acerca de por qué los historiadores dejamos en el anonimato de lo burocrático los nombres de quienes procesaron a Miguel Hernández y otros muchos escritores. Conocemos sus firmas y rango gracias a los documentos, pero nos cuesta preguntarnos por su perfil que, en casos como el presente, produce cierta inquietud una vez superada la sorpresa», se plantea Ríos Carratalá en su investigación.
Tras su destacada actuación en los consejos de guerra, el juez Martínez Gargallo fue un asiduo de las tertulias madrileñas como la del café Gijón (allí se cruzaría con algún condenad0, cuando el miedo aún reinaba) y ocupó otros cargos como el de fiscal de tasas en Mallorca o magistrado en Gerona, hasta su jubilación en 1974. Por aquel tiempo, quizás, el viejo juez pudo escuchar los versos de Miguel Hernández, los primeros atisbos por rescatar su memoria... pero se mantuvo en silencio, porque tampoco nadie fue a pedirle explicaciones.
No hay comentarios :
Publicar un comentario