Nizkor 03nov12
Realmente sorprende la persistente desmemoria que sufren algunos funcionarios
e integrantes de organismos de derechos humanos argentinos. En la última semana,
Garzón fue recibido con todos los honores por el titular de la Autoridad Federal
de Servicios de Comunicación Audiovisual, Martín Sabbatella, luego, el ministro
del Interior Florencio Randazzo, le entregó la residencia argentina y un DNI
para que se sienta como un connacional más y siga con sus tareas de asesor de la
Comisión de Derechos Humanos y Garantías de la Cámara de Diputados de la Nación,
y por último, el ex juez fue invitado de honor en el Senado bonaerense, de una
actividad en la que hizo de anfitrión el vicegobernador Gabriel Mariotto.
En todos estos escenarios, Garzón se lució ponderando la Ley de Medios,
agradeciendo el ser residente argentino con plenos derechos y se jactó de todo
lo que él ha hecho por los derechos humanos.
Sólo en "el mundo del revés", al decir de Eduardo Galeano, un ex juez que
tiene sobre sus espaldas la pesada mochila de haber clausurado varios medios de
comunicación en el País Vasco, puede jactarse de hablar, sin ruborizarse, de la
Ley de medios, que aquí fue forjada con la movilización popular.
Baltasar Garzón, al que tanto se alaba por estas tierras, no sólo cerró
"Egin, uno de los diarios de mayor circulación (más de 70 mil ejemplares) en el
País Vasco y el Estado español, sino también una de las radios más escuchadas:
"Egin irratia". Y lo hizo con violencia, ordenando la detención de varios de sus
periodistas, entre ellos su director Xabier Salutregi y su vicedirectora, Teresa
Toda. Ambos, después de 12 años de palizas, traslados, dispersión y todo tipo de
atropellos, aún continúan en la cárcel.
¿Cuál fue su delito? Muy simple: defender la libertad de expresión y ejercer
el periodismo de una manera similar a la que se refiere la Ley de Medios
argentina que ahora el ex juez tanto elogia.
Pero hay más: las instalaciones del matutino fueron ocupadas por 300 agentes
de la policía española, que haciendo uso de la impunidad concedida por Garzón,
destrozaron el mobiliario, y robaron parte del voluminoso archivo, en el que se
encontraba importante material sobre las andaduras de jefes policiales y cargos
políticos vinculados al narcotráfico y los escuadrones de la muerte, que tanto
aterrorizaron al pueblo vasco. Gobernaba España en esos momentos, nada menos que
el ultraderechista José María Aznar, quien al ser informado sobre el cierre y
atropello policial contra "Egin", declaró: "¿Creían que no nos íbamos a
atrever?".
Garzón se caracterizó siempre por armar sumarios que luego con el tiempo son
desechados por incorrectos o farsescos. Así fue como hizo ejecutar la clausura
de Egin en 1998 , y años después, en 2009 los Tribunales resolvieron
contrariamente a la anterior resolución, declarando que la actividad del diario
no era ilícita, pero claro, debido al tiempo transcurrido no fue posible volver
a reabrir ni el periódico ni la radio.
No contento con ello, tiempo después el juez la emprendió contra dos revistas
de información general y amplia difusión en todo el Estado español. Se trata de
"Ardi Beltza" (Oveja Negra), a la que clausuró, y "Kale Gorría" (Calle Roja), a
la que acorraló de tal forma, que tuvo que cerrar. Las dos publicaciones
estuvieron dirigidas por un excelente periodista, al que los latinoamericanos
que tuvieron la suerte de compartir con él esas redacciones, denominaban "el
Rodolfo Walsh" del País Vasco. Se trata de Pepe Rei, quien, inculcó a las nuevas
generaciones de periodistas vascos la idea de investigar y contrastar la
información, y que logró reconocida fama por descubrir mil y un chanchullos de
funcionarios corruptos, cargos policiales dedicados a armar grupos ilegales
(tipo la Triple A), redes de prostitución y de trata, y desaparición de
ciudadanos. Además, denunció valientemente las maniobras de la derecha de Aznar
y compañía, contra los pueblos rebeldes latinoamericanos.
El colega Pepe Rei fue perseguido hasta el hartazgo por Garzón, quien lo
envió a la cárcel en varias oportunidades, y allí sufrió el habitual maltrato al
que eran sometidos la totalidad de los presos y presas vascas condenados por
Garzón. Pepe Rei, además de periodista es escritor, y el autor de un libro que
debería ser de consulta para aquellos que hoy le canta loas al juez represor:
"Garzón, la otra cara" (de Editorial Txalaparta).
Garzón es un hombre que ha hecho del show mediático casi un oficio, y
evidentemente le da buenos frutos. Lo paradójico es que quienes hoy lo elogian
en Argentina, muchos de ellos militantes del campo popular, parecen no querer
enterarse (porque a esta altura de la tecnología informática, sólo bastaría con
poner su nombre en cualquier buscador) que es el mismo personaje que asesoró al
ex presidente colombiano Alvaro Uribe Vélez y hoy lo hace con el presidente
Santos. Sobre su relación con el primero, basta leer lo que declararon en
febrero de este año numerosas comunidades indígenas del Cauca: "Nos duele que
haya sido Baltasar Garzón quién haya avalado en un primer momento el proceso de
reingeniería paramilitar, llamado desmovilización, por la seguridad democrática
de Álvaro Uribe Vélez, afirmando que era un modelo de justicia". (ver
declaración completa en:
http://www.derechos.org/nizkor/colombia/doc/bgarzon1.html)
Garzón también fue duramente criticado por el diario mexicano La Jornada (en
un artículo editorial de su directora Cármen Lira) tras haber intentado
interrogar ilegalmente en una cárcel del DF a deportados vascos. Es la misma
persona al que los revolucionarios venezolanos que apoyan al presidente Hugo
Chávez, acusaron de injerencista por haber viajado en varias oportunidades a ese
país para apoyar a la oposición. No son pocas las fotos y artículos de diarios
fascistoides venezolanos en el que se ve a Garzón en amable tertulia con los
ultra opositores Marcel Granier, cuando fungía de director de RCTV y Alberto
Federico Ravell, ejecutivo del canal Globovisión.
Tanto metió sus narices Garzón en Venezuela bolivariana, haciendo campaña
contra la no renovación de licencia al canal gorila RCTV ("Cerrar un medio de
comunicación no es el mejor sistema para garantizar la libertad de expresión",
declaró en su momento), que el ex vicepresidente chavista, Jorge Rodríguez le
contestó que era un "payaso que nada tenía que hacer en la política soberana
venezolana", mientras que el ministro de Relaciones Exteriores, Nicolás Maduro,
declaró que el juez era un "cobarde y mentiroso", que parecía obedecer
instrucciones del gobierno español que apoyó el golpe de Estado en Venezuela en
2002.
No, Garzón no puede hablar de libertad de expresión, cuando durante toda su
gestión lo que hizo fue entorpecerla y acosar policialmente a quienes la
practicaban.
No, Garzón no puede hablar de derechos humanos, cuando es el culpable de que
cientos de presos vascos estén pudriéndose en las cárceles españolas y
francesas, a pesar de denunciar, ante el propio Juez, cuando ejercía de amo y
señor del tribunal franquista denominado Audiencia Nacional, que habían sido
brutalmente torturados, con métodos que no tienen nada que envidiarle a los que
practicaron los militares argentinos en la ESMA o en cualquiera de los campos de
exterminio.
El juez escuchó una y otra vez, sin inmutarse, o lo que es peor apelando a un
comportamiento altanero y megalómano, cómo decenas de jóvenes vascos, destruidos
por la tortura, relataban ante él las inocultables sevicias a las que los habían
sometido los policías y la Guardia Civil española. Quien esto escribe nunca va a
olvidar, mientras cubría periodísticamente uno de los tantos juicios montados
por Garzón contra la militancia vasca, el rostro desencajado de una jovencita
que relataba ante el juez cómo la había violado con un palo de escoba. Garzón,
como respuesta, bostezó y le dijo, "no invente más y declare lo que se le está
preguntando".
Ayer mismo, una militante política vasca, Aurore Martín, fue detenida y
trasladada por la policía a la Audiencia Nacional, para cumplir con una antigua
instrucción del "derecho y humano" Garzón. Incluso destituído y acusado
judicialmente, el ex juez sigue enviando jóvenes de la disidencia vasca a la
cárcel.
No, Garzón no puede hablar de víctimas del Terrorismo de Estado, cuando él se
constituyó en el mascarón de proa de la política represora aplicada por los
gobiernos del PSOE y el PP, contra cualquier ciudadano o ciudadana del Estado
español, pero sobre todo de Cataluña y el País Vasco, que ejerciera su derecho a
la protesta y la rebeldía. Allí están para testimoniarlo los cientos de
criminalizados, judicializados y encarcelados de organizaciones legales de la
izquierda catalana, vasca, gallega y hasta madrileña, que han pasado por
prisión. Allí está como documento audiovisual incontestable, la película
"Operació Garzón. Contra l'independentisme catalá", que relata la razia
represiva ordenada por el juez contra decenas de militantes catalanes durante
las Olimpíadas de Barcelona en 1992. O las denuncias (perfectamente
documentadas) de las luchadora valenciana por los derechos humanos, Empar
Salvador, quien investigó junto con otros integrantes del Forum per la Memoria
del País Valenciá, la existencia de miles de cadáveres de asesinados por el
franquismo y enterrados en fosas comunes en Valencia. Empar acusa al juez Garzón
de haber "cajoneado" y archivado las denuncias que le presentaron, y de esta
manera provocar la paralización de lo que podría haberse convertido en un
mega-juicio contra el genocidio franquista.
Se sabe que en esta campaña de ir desenmascarando a quien no es lo que dice
ser, hay muchos ciudadanos del mundo que no aceptan el discurso y el show
mediático al que permanentemente apela Garzón para situarse en la cresta de la
ola y desde allí "blanquear" su pasado represor e impartir doctrina de hombre
bueno y sabio. Sin embargo, es doloroso observar a gente que se dice progresista
hacer de claque al discurso sinuoso y poco consistente de Garzón.
Todos ellos saben la verdad, incluso algunos, como Hebe de Bonafini que hoy
abraza y reivindica al ex juez, visitó las cárceles vascas y escuchó a los
presos relatar sobre las barbaridades judiciales impuestas por Garzón, y en
varios diarios de Euskal Herria, ella misma denunció al juez como represor. Hoy,
parece que muchos y muchas han perdido la memoria, precisamente en un país donde
se pelea por ella a cada instante.
No es menor lo que está ocurriendo. En aras de estrechar vínculos con una
figura que se ha construido una "nueva personalidad" y que tiene amplia
cobertura mediática internacional, se perdonan atrocidades cometidas contra
militantes que no son distintos a nuestros 30.000, se desinforma constantemente
y se aplaude lo que hasta ayer hubiera sido tipificado como colaboracionismo con
el Terrorismo estatal .
Allá ellos y ellas con su conciencia. Quienes defendemos la causa del pueblo
vasco y reivindicamos la libertad de expresión allí donde nos paremos, los que
condenamos la persecución y encarcelamiento a periodistas vascos por expresar
opinión contraria a los intereses del fascismo español, los que nunca le hemos
sacado el cuerpo a la lucha del pueblo argentino por llevar a la cárcel a los
genocidas de la dictadura cívico-militar, no nos callamos, y repudiamos el papel
nefasto que ha jugado Baltasar Garzón, a quien ahora se otorga la residencia
argentina, como si fuera un héroe de la Patria.
Pueden hacerlo alegremente y seguir colgando medallas en el pecho de quien no
las merece, pero no en nuestro nombre.
[Fuente: Por Carlos Aznárez, Resumen Latinoamericano, Bs As, 03nov12]
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