Publicado por Tarsis Republicana 21/08/2011
El Gobierno títere que da sus últimos agónicos coletazos de sabandija quiere entregar el Valle de los Caídos al Vaticano. Así lo plantearon el 19 de agosto el ministro de la Presidencia, ese Jáuregui que fue delegado de otro Gobierno fraudulentamente Socialista en Euskadi cuando actuaban impunemente los asesinos del GAL, y la impresentable ministra de Asuntos Exteriores, la Trini Vacunas, durante la comida que ofrecieron al secretario de Estado del Vaticano, Tarcisio Bertone, y al nuncio del presunto Estado Vaticano, Renzo Fratini.
Quizá se trató también el tema durante la audiencia concedida por el dictador del Vaticano al domesticado jefe del Gobierno del reino de España y secretario generalísimo del partido Pseudo Socialista Obrero Español, el compañero Rodríguez. Asimismo, hablarían del proyecto de Ley de Libertad Religiosa que el Gobierno falsamente Socialista tiene elaborado hace años, pero no se atreve a enseñar a nadie para evitar que se le enfaden los obispos trabucaires con mando en el reino.
El Vaticano no tiene nada que opinar respecto a Santa María de la Cruz del Valle de los Caídos, que tal es su nombre oficial: el dictadorísimo inventó una virgen nueva, porque para eso estaba bendecido por el papa fascista de entonces, Pío XII. El decreto de su creación, firmado por el dictadorísimo el 1 de abril de 1940, al año de su victoria, explica que debía ser “el templo grandioso de nuestros muertos en que por los siglos se ruegue por los que cayeron en el camino de Dios y de la Patria. Lugar perenne de peregrinación en que lo grandioso de la naturaleza ponga un digno marco al campo en que reposen los héroes y mártires de la Cruzada”. Es, por lo tanto, un monumento fascista para honrar a sus muertos. Se supone que contiene restos de unos 40.000 combatientes, tan mezclados que resulta imposible identificarlos.
TRABAJO Y DINERO DE ESPAÑOLES
En su edificación se tardaron diecinueve años. Trabajaron presos republicanos, utilizados como esclavos, en lo que llamó la dictadura “redención de penas por el trabajo”. De ellos, unos 27.000 murieron a consecuencia de la dureza del trabajo, de la desnutrición y de los malos tratos, porque los fascistas no consideraban seres humanos a los vencidos. Ningún obispo ni cura estuvo picando piedra allí, en verano y en invierno, bajo el clima extremo de Madrid.
Según cuentas publicadas por la Intervención General del Estado, el coste final de la colosal construcción fascista ascendió a 1.159.505.687,73 pesetas de 1959. No hay noticia de que el Vaticano o los obispos españoles contribuyesen con ninguna aportación. Esa cantidad salió de los impuestos cargados a empresas y empleados para satisfacer la megalomanía del dictadorísimo, a semejanza de las fastuosas construcciones de la Alemania nazi y la Italia fascista.
La custodia del lugar fue encomendada a la orden benedictina, una de las que más apoyaron la sublevación militar monárquica. El primer abad designado por el dictadorísimo fue fray Justo Pérez de Urbel, consiliario de la Sección Femenina de Falange Española Tradicionalista y de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista, que tal era el nombre del partido único, y propagandista de la sublevación en escritos y conferencias, aunque parece demostrado que le escribían los libros, porque él no sabía hacerlo.
A su cargo están la basílica, la abadía, la hospedería, el seminario y la escolanía. De su mantenimiento se ocupa el Estado, es decir: lo pagamos todos los vasallos de su majestad el rey católico, porque el lugar pertenece al Patrimonio Nacional, administrado por la Presidencia del Gobierno. Así que los compañeros Rodríguez y Jáuregui son los patronos de Santa María de la Cruz del Valle de los Caídos. Como su propio nombre indica, el Patrimonio Nacional es de la nación española. El llamado Estado Vaticano carece de jurisdicción sobre él.
LA CEREMONIA INAUGURAL
La solemne inauguración, con toda la liturgia fascista y eclesiástica, tuvo lugar el 1 de abril de 1959, para celebrar los veinte años del triunfo de los rebeldes. Dos días antes se habían inhumado los restos del fundador de Falange Española, José Antonio Primo, a un lado del altar mayor. El otro lado se lo reservaba el dictadorísimo para que se colocara allí su propia tumba. Así se hizo en 1975, por lo que todo el complejo constituye su mausoleo, a semejanza de las pirámides para los faraones egipcios. Sus patrocinadores, Hitler y Mussolini, no gozan de la misma suerte póstuma.
Los benedictinos metieron al dictadorísimo y su compañera bajo palio en la basílica, como si fueran dos hostias consagradas, puesto que el palio se reserva en las iglesias catolicorromanas para trasladar la hostia. Asistieron los jerarcas de la dictadura, cardenales y obispos. Los rituales litúrgicos estuvieron a cargo del cardenal Pla y Deniel, de probada ideología fascista: precisamente debía el cardenalato al hecho de haber cedido en 1936, cuando era obispo de Salamanca, su palacio al dictadorísimo para que instalara allí su cuartel general. No cabe mayor identificación entre la Iglesia romana y la sublevación monárquica.
El dictadorísimo pronunció un discurso con los tópicos habituales en su aflautada oratoria. Aseguró que la guerra ganada por él no fue una guerra, sino una cruzada contra los enemigos de Dios, y así lo había reconocido el papa entonces reinante. Pero advirtió que, aunque derrotado, el enemigo seguía acechando, por lo que los fascistas debían mantenerse vigilantes para ser los guardianes de Occidente.
Después inauguró el Centro de Estudios Sociales, dirigido por tres obispos. Esto significa que se destinaba a comentar la llamada doctrina social de la Iglesia catolicorromana, que no tiene nada de social. Creado por decreto ley el 23 de agosto de 1957, quedó suprimido en 1982.
IDENTIFICACIÓN DE ESA IGLESIA CON LA DICTADURA
En la basílica se encuentra una placa recordando la fecha de su inauguración, con la añadidura de que fue consagrada como basílica menor el 4 de junio de 1960, por el cardenal Gaetano, representante del papa Juan XXIII. Este dato confirma la identificación entre la dictadura española y la dictadura vaticana. No en balde fue el presunto Estado Vaticano el primero en firmar acuerdos con la dictadura, cuando las Naciones Unidas la mantenían condenada al ostracismo: el 25 de agosto de 1953 quedó suscrito el concordato entre las dos dictaduras, por el que se entregaba oficialmente España a los dogmas papistas, al conceder a su Iglesia la exclusividad del culto, la enseñanza y la censura, con exenciones fiscales, legales y militares, además de comprometerse a sostener a los parásitos eclesiásticos a cargo del Presupuesto Nacional. Ya se estaba ejecutando desde el final de la guerra bendecida por los obispos, pero a partir de esa fecha se hizo oficial el nacionalcatolicismo.
En la basílica, antes del crucero, están colocadas ocho grandes estatuas de piedra, que representan por duplicado a los tres ejércitos participantes en la guerra y a Falange etcétera, que no es cosa de perder el tiempo volviendo a escribir su nombre completo. Para que no haya duda de lo que significa toda esa construcción.
Santa María de la Cruz etcétera dispone de un himno dirigido a Dios, entre fascista y religioso. De sus estrofas destaca ésta: “Los que cayeron gloriosamente, / en una cruzada de amor y de paz, / supieron firmes que al morir por ti / la vida eterna les ibas a dar.” Hay que carecer de vergüenza, aparte de inspiración poética, para decir que la guerra causada por los rebeldes fue “una cruzada de amor y de paz”.
Por todo ello, nadie puede dudar de que el Valle de los Caídos es un monumento al fascismo, el único que queda en Europa, levantado con la intención de eternizar el recuerdo de los muertos de su bando en la contienda, más el dictadorísimo, que sobrevivió 36 años para desgracia y vergüenza del pueblo español.
HONRAR LA MEMORIA DE LOS MILICIANOS Y LOS REPRESALIADOS
Edificado por presos españoles, pagado con dinero de españoles, mantenido con más dinero de españoles hasta hoy, la única intervención de la Iglesia catolicorromana ha consistido en consagrar la basílica, y en instalar en su espacio la abadía, cuyos gastos también pagamos los españoles, incluidos los que detestamos a la secta catolicorromana. El Vaticano carece de credenciales para opinar sobre el futuro del Valle de los Caídos, de modo que no hay nada que consultar. Este Gobierno inepto se halla tan entregado al Vaticano como lo estuvo la dictadura.
La Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa condenó, el 16 de marzo de 2006, a la dictadura española, por su continuada violación de los derechos humanos. El Valle de los Caídos es el símbolo de la dictadura, y en consecuencia debe recuperar el aspecto que presentaba antes de que empezaran a trabajar allí los presos esclavos. Debe ser completamente demolido todo el complejo.
Es la única solución digna para ese monumento al genocidio perpetrado contra el pueblo español, por el que nadie ha sido ni será procesado. No sirve el acuerdo de la Comisión Constitucional del Congreso aprobado el 16 de octubre de 2007, ni el del pleno del Senado aprobado el 22 de setiembre de 2010, en los que se pretende mantener el Valle de los Caídos como un monumento religioso para honrar a todos los muertos en la guerra, de los dos bandos. No es posible, porque en el decreto ordenando su construcción, en el trabajo de los presos, en sus imágenes, en su consagración y en su misma estructura se exalta al bando sublevado.
Constituye una injuria para la memoria de los milicianos que lucharon por la libertad bajo la bandera tricolor, y para los fusilados que caían gritando “¡Viva Azaña!” y “¡Viva la República!”, suponer que la gran cruz y las grandes y espantosas estatuas religiosas que la rodean pueden honrarles.
Por la honra de los milicianos muertos en combate y de los republicanos asesinados por los rebeldes, es forzoso destruir el Valle de los Caídos. Cualquier otra solución será un insulto a su memoria.
ARTURO DEL VILLAR
PRESIDENTE DEL COLECTIVO REPUBLICANO TERCER MILENIO
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