Alí, de 17 años, una de las víctimas de estos ataques a los refugiados en el Egeo. ZALMAÏHUMAN RIGHT WATCH |
El Mundo - Alberto Rojas 30/10/2015
La diáspora sabe que tiene que enfrentarse al mar con botes de fortuna y motores reciclados,
al invierno balcánico, a los traficantes de personas, a 10 fronteras
terrestres y al paso de los Alpes para llegar a su destino. Pero con lo
que no contaban es con un nuevo y peligroso desafío: los 'piratas' del Egeo. La organización Human Right Watch ha documentado ocho ataques de embarcaciones sin bandera, con hombres armados y el rostro oculto tras un pasamontañas negro.
Estos asaltos se suceden desde lanchas rápidas, en varios puntos fronterizos. ¿Su objetivo? Romper el motor, verter toda la gasolina del bote al mar, pinchar la embarcación o remolcarla hasta aguas turcas. "Les apuntan con pistolas, vestidos con uniformes negros. A veces por la noche y a veces a plena luz del día", relata a EL MUNDO Eva Cosse, la autora del informe de Human Right Watch. Amnistía Internacional también ha documentado situaciones muy similares en la frontera de Evros.
El rumor sobre la existencia de estos grupos de incontrolados lleva escuchándose en toda la costa griega desde el pasado mes de septiembre. Varios refugiados iraquíes afirmaron a este periodista en la isla de Kos que habían tenido que volver a Turquía después de hombres sin identificar pincharan su embarcación.
La cadena CBS grabó desde la costa uno de estos ataques el 8 de
septiembre, pero hasta ahora ninguna organización había documentado una
serie de asaltos como esta. "Los testigos están ofreciendo una
información muy detallada de estos incidentes", asegura Cosse.
El
reciente informe es sólo la parte tangible de una práctica que lleva
meses funcionando: el 30 de julio de este año, tres ciudadanos griegos
vestidos con uniformes parecidos a los de un cuerpo de seguridad fueron detenidos y llevados ante la justicia. Se determinó que no eran miembros de la Guardia Costera.
Sin embargo, no se especificó qué cargos había contra ellos ni si han
sido condenados. El móvil no es el robo, sino la expulsión de los
refugiados hacia Turquía.
El día 9 de octubre, la embarcación en
la que viajaba Alí, un afgano de 17 años, sobrecargada con hombres,
mujeres y niños, fue atacada a los 30 minutos de salir del lado turco
por una de estas lanchas, con cinco tipos armados vestidos de negro en
su interior: "Creíamos que venían a ayudarnos, pero en cuanto se
acercaron vimos sus intenciones agresivas. Hablaban un idioma que no entendíamos. Nos abordaron y nos destrozaron el motor". A partir de ahí, el bote fue a la deriva durante una hora hasta que los miembros de la ONG Proactiva los rescataron cerca de la playa de Assos. Ese día los atacantes hicieron lo mismo con otras tres embarcaciones más.
¿Qué
perfil tienen los atacantes? Para Eva Cosse, "todos los escenarios son
posibles. ¿Son miembros de grupos de extrema derecha? ¿Oficiales de la Guardia Costera actuando por su cuenta? La
evidencia que hemos recogido no permite sacar conclusiones. Por eso es
tan importante que las autoridades se tomen estas denuncias en serio y
lleven a cabo una investigación exhaustiva sobre estas denuncias, sin
descartar la posibilidad de que los oficiales de la Guardia Costera
puedan estar involucrados en estos incidentes, así como miembros de los grupos de extrema derecha".
Aunque
todavía ninguno de los botes atacados se ha hundido hasta ahora "todos
fueron abandonados a la deriva, sin que los atacantes tuvieran alguna
certeza de que los ocupantes estuvieran a salvo". Mahmud, otro testigo
de 21 años citado por Human Right Watch, fue devuelto en su embarcación junto a nueve sirios y 25 afganos. "La pregunta que cabe hacerse es: ¿Por qué las autoridades no saben aún quienes son?
Deberían examinar a fondo el alcance de estas acciones ilegales e
identificar, investigar y enjuiciar a los autores de esos crímenes que
ponen la vida e integridad de los solicitantes de asilo en situación de
riesgo", afirma Cosse.
En tierra, la situación no es mucho mejor. Muchos oportunistas se están aprovechando de la situación deplorable que se vive en el campo de refugiados de Moria, en Lesbos,
donde los recién llegados esperan hasta tres días en una fila para
poder registrarse. Fuentes humanitarias aseguran a este diario que "las botellas de agua se venden a cuatro euros y la comida es un lujo al alcance de muy pocos".
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