Pocas veces un libro ha levantado
tanta polvareda y tantas críticas en contra. Y, lo que es más llamativo,
ha unido a los partidos políticos. Cásate y sé sumisa es un libro escrito por la periodista italiana Costanza Miriano y editado en España por la editorial Nuevo Inicio, creada por el polémico arzobispo de Granada, Francisco Javier Martínez, uno de los prelados más conservadores de la jerarquía eclesiástica.
El título ya dice mucho, y que esté
expresado en imperativo, aún más. Si a eso le añadimos el párrafo de la
contraportada usado por la editorial para promocionarlo en su página
web, pues la mecha se enciende sola: “Ahora es el momento de aprender la obediencia leal y generosa, la sumisión.
Y, entre nosotras, podemos decirlo: debajo se coloca el que es más
sólido y resistente, porque quien está debajo sostiene el mundo”.
De inmediato surgieron las críticas, venidas de todos sitios. Sobre todo, lógicamente, de colectivos de mujeres. Por ejemplo, la
presidenta de la Federación de Asociaciones de Mujeres Separadas y
Divorciadas, Ana María Pérez del Campo, dice que se trata de “un manual
clarísimo de violencia” pues “esclaviza a la mujer”. Los partidos políticos no tardaron en reaccionar. IU ha instado a la fiscalía a que investigue si el libro hace “apología
de la violencia contra las mujeres”. El PSOE andaluz ha exigido al
Arzobispado la inmediata retirada del libro porque lo considera
“discriminatorio y sexista”. Y hasta el PP también ha pedido al arzobispo que “rectifique” porque el libro es “un auténtico despropósito”.
El pasado lunes, la ministra de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, Ana Mato, a quien se había criticado que no se pronunciara al respecto, pidió públicamente la retirada de la publicación porque es “una falta de respeto a las mujeres”, y así se lo ha hecho saber al Arzobispado a través de una carta enviada por la directora del Instituto de la Mujer.
Y, ante tal vendaval de críticas, ¿qué ha dicho el arzobispo? Pues el 15 de noviembre publicó un largo comunicado en su página web para defender el libro y, más o menos, hacerse el mártir. A Francisco Javier Martínez le consta que el libro “está ayudando a muchas personas” porque es una obra “evangelizadora” que “no justifica, excusa o promueve ningún tipo de violencia contra la mujer”, algo que “sí
que favorece y facilita, en cambio, la legislación que liberaliza el
aborto, al igual que todas las medidas que debiliten o eliminen el
matrimonio”. Se refiere al de hombre y mujer, claro. El arzobispo asegura que su postura sobre el libro está “acorde con las enseñanzas de la Iglesia”, pero lo cierto es que las críticas se han producido incluso dentro de la propia jerarquía eclesiástica. El
obispo de Bilbao, Mario Iceta, ha dicho que el título del libro “no
refleja lo que piensa la Iglesia” en torno al matrimonio, y cree que es “provocador” y “desafortunado”. Iceta habla solo del título porque reconoce que no ha leído el libro, al igual que el portavoz de la Conferencia Episcopal, José María Gil Tamayo, quien afirma que “la sumisión no se corresponde con la doctrina de la Iglesia ni el Evangelio” y que la obediencia cristiana “no es una obediencia cuartelera”. Pero Tamayo también advierte de que para opinar sobre un libro hay que “pasar de la entradilla”.
Precisamente ese ha sido el primer argumento de defensa del arzobispo sobre el libro, que todos opinaban del título y del párrafo de la contraportada, pero que parecía que nadie se lo había leído. Llegados a este punto, ¿es para tanto lo que se dice en el libro? ¿Se trata solo de un título provocador que luego se diluye en el contenido? Para averiguarlo, pues, habrá que pasar de la entradilla, como dice el portavoz de la Conferencia Episcopal.
Cásate y sé sumisa está
estructurado como cartas de Costanza Miriano (42 años, casada y con
cuatro hijos) a amigas y amigos, acompañadas de reflexiones -en tono
distendido- sobre su experiencia como esposa y madre. Para Miriano, el éxito en el matrimonio pasa por la sumisión de la esposa al marido. “Tendrás que aprender a ser sumisa, como dice San Pablo”,
dice en el texto. Y lo explica: “Cuando San Pablo le dice a las mujeres
que acepten estar debajo, no piensa ni mucho menos que sean
inferiores”. “La sumisión de la que habla San Pablo es un regalo, libre
como todo regalo, porque, si no, sería una imposición”.
No será por imposición, pero para la autora queda claro que la mujer no se sitúa en un plano de igualdad con el hombre, sino por debajo, aunque lo diga San Pablo y Miriano se empeñe en que estar debajo no es ser inferior. Por lo pronto, nada de repartirse tareas o compartir sacrificios.
La escritora se muestra en contra de lo que llama la “lógica del
contrato en el matrimonio”: “Yo he cuidado a los niños para que tú
fueras a jugar a fútbol-sala, tú tienes que quedarte con ellos ahora
para que yo vaya al gimnasio. Más que una pareja, una empresa. Y las
empresas se abren y se cierran según las exigencias del mercado. Así se
entiende el vertiginoso aumento de los divorcios, con las mujeres
poniendo en crisis los antiguos equilibrios -a veces con razón-, pero
sin saber proponer otros nuevos”.
Así que la esposa, mejor que se quede en casa y en la cocina, y que se esmere en ello,
ya que en otro pasaje le espeta a una amiga: “Es verdad, todavía no
eres una cocinera experimentada ni un ama de casa perfecta. ¿Qué
problema hay si te lo dice? Dile que tiene razón, que es verdad, que
aprenderás. Al ver tu dulzura y tu humildad, tu esfuerzo por
convertirte, también él se convertirá”.
Si eso no es anular a la mujer, que venga Dios (o San Pablo, o el arzobispo) y lo vea. Porque Miriano ahonda en ello: “¿Tengo que darle la razón aun cuando no la tenga? Yo diría que sí”.
“Si solo acoges aquello que es conforme a ti, aquello que tú piensas,
no estás casada con un hombre, sino contigo misma. En lugar de hacer
eso, debes someterte a él”. Pero, tranquila, que no pasa nada: “Te dará
miedo, porque abandonar tus propias convicciones es algo horrible. Pero
no te estás arrojando al vacío, te estás arrojando a sus brazos”.
Para la autora del libro, la sumisión es la actitud que debe tomar la esposa para que el marido le haga caso:
“Comprobarás, te lo puedo asegurar, que un hombre no se puede resistir a
una mujer que lo respeta, que reconoce su autoridad, que se esfuerza
lealmente en escucharlo, en dejar a un lado su propio modo de ver las
cosas, que se muerde la lengua, que acepta por amor recorrer caminos muy
distintos a los que ella hubiera elegido de estar sola”. “Poco a poco
será él el que vaya a preguntarte qué piensas, qué hay que hacer, por
dónde debe encaminarse la familia. Y ese respeto se conquista con el
respeto, esa devoción con la sumisión”.
Una sumisión que roza el masoquismo:
“La mortificación nos gusta porque es para alcanzar un bien mayor, y
ese bien es acoger a tu marido, por consiguiente, engendrarte a ti
misma”, se puede leer en el libro. “Es un esfuerzo de elasticidad
continuo, y muchas veces te podrá parecer que tú le has dado mucho,
cuando en realidad has permanecido en tu egoísmo”. Tenía
razón el arzobispo, para criticar el libro hay que leerlo. Y, una vez
rebasada la entradilla, se puede comprobar que el título, quizá, se
queda corto.
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