- Un libro revisa el contexto violento del proceso democrático
- Las cifras aportadas por Sánchez Soler hablan por sí solas: entre 1975 y 1983, se produjeron 591 muertes por violencia política (terrorismo de extrema izquierda y extrema derecha, guerra sucia y represión). Nada menos que 188 de los asesinados, los menos investigados, entran dentro de lo que el autor denomina violencia política de origen institucional. "Son los actos desplegados para mantener el orden establecido, los organizados, alentados o instrumentalizados por las instituciones del Estado.
La Transición explicada a los españoles: muerto Franco, los políticos de izquierdas y de
derechas se reunieron una tarde en un tipi en el bosque, se fumaron unos porros,
olvidaron de golpe sus diferencias y anunciaron a la pasmada ciudadanía que
España se iba convertir, como por arte de magia, en una democracia... ¿O no?
El mito de la transición pacífica gestionada por unos estadistas con dotes
sobrenaturales se ha exagerado tanto que cualquier parodia se queda corta y
cualquier refutación puede provocar más de un paro cardiaco.
En efecto, estupor es la palabra que mejor define la sensación provocada por
la lectura de La transición sangrienta (Península), del periodista de
investigación Mariano Sánchez Soler, un
repaso a la violencia salvaje del proceso que pone muy en entredicho la historia
oficial.
"Los muertos de esos años están vinculados al cambio"
"La violencia política de esos años está totalmente ligada al cambio
histórico", explica Sánchez Soler a Público. "Los asesinatos se
disparan tras la muerte de Franco, se incrementan antes de la toma de decisiones
políticas decisivas y descienden bruscamente cuando se da por zanjado el proceso
democrático", aclara.
Unas cifras de susto
Las cifras aportadas por Sánchez Soler hablan por sí solas: entre 1975 y
1983, se produjeron 591 muertes por violencia política (terrorismo de extrema
izquierda y extrema derecha, guerra sucia y represión). Nada menos que 188 de
los asesinados, los menos investigados, entran dentro de lo que el autor
denomina violencia política de origen institucional. "Son los actos desplegados
para mantener el orden establecido, los organizados, alentados o
instrumentalizados por las instituciones del Estado. Te pongo un ejemplo: al
estudiante Arturo Ruiz lo mató en 1977 un
miembro de los guerrilleros de Cristo Rey de los que ayudaban a la policía a
reprimir las manifestaciones. Es lo que entonces se llamaban grupos de
incontrolados", explica.
Los atentados de origen institucional causaron 188 víctimas
mortales
Incontrolados, un término nada inocente. "La Audiencia Nacional limitó su
alcance político al calificarlos como grupos no adscritos, pese a que eran
organizaciones con nombres, siglas y objetivos muy claros: Fuerza Nueva, Falange Española de las Jons o Hermandad
de la Guardia de Franco, entre otras. Al contrario, el terrorismo de
izquierdas estaba perfectamente catalogado", cuenta.
Una de las consecuencias del mantenimiento pactado de ciertos aparatos e
instituciones del antiguo régimen fue que "en los casos Atocha, Montejurra,
Arturo Ruiz y Yolanda González no se investigara la participación directa de
funcionarios del Estado o sus conexiones con algunos de los procesados", explica
el autor, para el que la violencia política institucional fue "un arma
instrumentalizada para garantizar los pactos entre la derecha posfranquista en
el poder, que la utilizó como contrapeso para controlar el proceso, y la
oposición de izquierdas".
Cargas policiales en manifestaciones
La conflictividad social es otra de las claves de la carnicería. En el año
1977, la policía cargó contra 788 manifestaciones en España, el 76% del total.
Había que controlar las calles. "El orden público fue un factor determinante de
la Transición. Sirvió para frenar a la izquierda, que entró en el juego y
renunció a las calles, donde se producían las reivindicaciones más fuertes. El
cambio del franquismo a la democracia debía hacerse con el menor coste político
y económico", explica.
El mito de la transición maravillosa como proceso político a exportar se
desmorona. "Los hechos lo desmienten tajantemente. Es propaganda pura y dura. Ya es hora de que
nos preguntemos por qué las transiciones a la democracia de, por ejemplo,
Portugal y Grecia tuvieron muchas menos víctimas que la española", zanja.
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