Manifestación en protesta por el asesinato de Grimau
Archivo histórico del PCE
Público . ALEJANDRO TORRÚS
Madrid
19/01/2013
Julián Grimau fue llevado al paredón la madrugada del 20 de abril de
1963. Tenía 52 años. En un plan vertiginoso del régimen fue condenado
por un delito de “rebelión militar continuada” y
fusilado en menos de 72 horas. Jueves por la mañana, Consejo de Guerra;
viernes, Consejo de Ministros y no-conmutación; sábado en la madrugada,
ejecución. “Fue ejecutado a las cinco de la madrugada, ante los faros de
unas camionetas. Los reclutas del pelotón de fusilamiento estaban muy
nerviosos. Dispararon 27 balas, pero el oficial al mando tuvo que rematarle con tres tiros de gracia. Nunca lo olvidaré", explicó el abogado defensor de Grimau Alejandro Rebollo.
Este
año se conmemora el 50 aniversario de su ejecución e Izquierda Unida ha
registrado una proposición no de ley en el Congreso para que el
Gobierno rehabilite su figura. El Ejecutivo, de momento, no se ha
pronunciado al respecto. La cuestión está pendiente desde enero de 1990,
cuando su viuda pidió la revisión de la condena que le llevó al
paredón, pero la Sala de lo Militar del Tribunal Supremo se la denegó por “coherencia jurídica”.
Pero,
¿quién fue Grimau? ¿Por qué fue asesinado sin piedad por el régimen de
Franco? ¿Por qué la dictadura, en pleno proceso de apertura, ignoró los
más de 800.000 telegramas que llegaron a Madrid
pidiendo clemencia, entre ellos los del papa Juan XXIII, J.F. Kennedy,
Willy Brandt, Harold Wilson, Aldo Moro, Jean Paul Sartre o Nikita
Jruschov?
Las acusaciones del régimen nunca fueron probadas. "Fue una burla a la verdad", dijo su abogado defensorEl
día de su ejecución, el 20 de abril de 1953, ABC publicó su supuesto
expediente policial. Grimau, según el régimen, había sido jefe de una
checa situada en el número 1 de la Plaza de Berenguer el Grande, de
Barcelona, donde se había procedido a la detención y tortura de diversas
personas. “Fraga diseñó una campaña de propaganda bestial
para convencer a los españoles. De hecho, se entregaba un folleto
explicativo sobre las acusaciones de Grimau a todas las personas que
entraban y salían de España”, asegura Antonio Ortiz, historiador.
Las
acusaciones del régimen nunca fueron probadas. Su juicio, según las
palabras de su abogado defensor Alejandro Rebollo, fue una “burla a la verdad”
que “vulneró hasta las propias leyes ilegales del franquismo”. “Grimau
fue asesinado porque era un alto dirigente del PCE y el régimen quería
dar un golpe sobre la mesa. Eran tiempos revueltos. Acaban de producirse
las huelgas mineras en Asturias y CCOO comenzaba a tener peso en las
fábricas de Madrid. El asesinato de Grimau era un aviso a la oposición
al régimen: No tenemos problema en volver a coger las armas”, asegura Victor Díaz-Cardiel, dirigente del PCE y compañero y amigo de Grimau.
“Soy la última persona que lo vio en libertad”
Díaz-Cardiel
fue la última persona que vio a Grimau en libertad. Fue el 7 de
noviembre de 1962. Grimau, Díaz Cardiel y Valentín Andrés Álvarez,
escritor de la Generación del 27 acudieron a una reunión junto a otro
“camarada”. Tras finalizar el encuentro, Grimau y Díaz-Cardiel caminaron juntos hasta la calle Ibiza [en Madrid].
“Nos
despedimos como cada día y él tiró hacia su casa, primero, y me dijo
que luego iba a reunirse con algún contacto que le iban a facilitar
papel y una máquina para hacer octavillas. En el autobús lo detuvieron”,
relata Díaz-Cardiel a Público. Grimau fue detenido en un
autobús de Madrid en el que sólo viajaban él y dos hombres más (dos
agentes de la Brigada Político-Social). Después, se supo que le había
delatado su contacto, Francisco Lara, quien poco antes había estado en
prisión. “Nunca más supimos de Lara”, afirma Díaz-Cardiel.
La noticia de la detención tardó en llegar a la cúpula del PCE varios días. Grimau había desaparecido, literalmente, de la faz de la tierra.
Durante los interrogatorios a los que fue sometido llegó a ser lanzado
por la ventana del primer piso de la Dirección General de Seguridad en
la Puerta del Sol (hoy sede del Gobierno de Madrid) por sus
torturadores.
Grimau fue delatado por Lara, un miembro del partido que había estado en la cárcel
Armando
López Salinas formaba parte de la comité central del PCE durante
aquellos años, junto a otros históricos dirigentes como Javier Pradera,
Manolo López o Romero Marín, líder del partido en el interior. “Tres o
cuatro días antes de su detención estuvo en mi casa. Le conocí en aquel
tiempo. Complicado y difícil. Se acababa de producir la crisis de los
misiles de Cuba. Había habido huelgas en la construcción y en las
cuencas mineras. Todo indicaba que iban a por la dirección del PCE”, recuerda López Salinas.
Aunque si alguien conocía bien a Grimau, ese era Díaz-Cardiel, quien asegura que su relación con Grimau era de “honestad” y “complicidad”.
“Me sacaba 15 años. Era una relación cercana a un padre y un hijo”,
asegura Díaz Cardiel, quien define al histórico dirigente del PCE
asesinado como una persona “bondadosa”, “detallista” y “atenta”.
“Hay
una anécdota -explica Díaz-Cardiel- que define la personalidad de
Grimau. Una tarde, en plena crisis de los misiles de Cuba, yo paseaba
con Julián por la calle de Atocha de Madrid. Entonces, vimos una cola
enorme de gente en la entrada del cine Monumental. Julián me pregunto
que de qué hablaría la gente un día como hoy y se puso en la cola para
escuchar las conversaciones de los demás. Charlaba con mucha afabilidad con todo el mundo”.
Los verdugos
Tras cinco meses detenido, el 18 de abril de
1963 llegó la hora del Consejo de Guerra. Los detalles, cuanto más
profundos, más escabrosos son. El vocal ponente de la acusación, Manuel
Fernández Martín, ni siquierda tenía la titulación en derecho. Como se
demostró más adelante, había falsificado su título universitario durante
la guerra. “Sólo había aprobado tres asignaturas”, asegura Antonio
Ortiz. El Consejo lo condenó a muerte.
“Julián
no tenía salvación. Durante los cinco meses que estuvo detenido los
miembros de la dirección del PCE nos reunimos casi todos los días para
mover nuestros contactos e intentar que fuera liberado. Lo hacíamos en
la Clínica de Medicina Preventiva de Armando Calva, un amigo del
Partido”, asegura Armando López Salinas. “Romero Marín era el más pesimista de todos.
Desde el primer día que estuvo desaparecido sostuvo que Grimau sería
asesinado. Nos tenían ganas y a él es al que pillaron”, prosigue.
El
día después del Consejo de Guerra, se celebró un Consejo de Ministros
extraordinario para atender las peticiones de indulto. Se reunieron 19
ministros más Franco. Entre ellos, Manuel Fraga, un recién llegado al
Gobierno que se había encargado de vender a la sociedad española la
verdad del régimen sobre Grimau. Todos votaron en contra de conceder el indulto. Como se pudo saber con el paso de los años, Fraga también.
Manuel Fraga no se opuso a la condena a muerte de Grimau “La
única oposición interior que tuvo el régimen fue la del ministro de
Asuntos Exteriores, Fernando María Castiella, que ya estaba trabajando
por la integración europea y, posiblemente, los ministros del Opus
encargados de los planes de desarrollo, que veían también como este
asesinato ponía piedras en el camino”, asegura Ortiz, que asevera que
Fraga no alzó la voz para evitar la condena. “Muy al contrario, trató de
mantenerse a favor para ganar puntos como un adepto al régimen”, agrega.
El busto y la “seguridad jurídica”
No
hubo nada que hacer. La sentencia de muerte de Grimau estaba escrita
antes de ser juzgado, torturado e incluso interrogado. "Me enteré de su
muerte por la radio y me sumí en un llanto enorme. Era
un año clave, la dictadura tenía miedo. El fusilamiento de Grimau quería
amedrentarnos, pero no lo consiguió", recuerda Díaz-Cardiel.
López
Salinas se enteró del fusilamiento de la boca de José Antonio Novais,
corresponal de 'Le Monde' en Madrid, cuando paseaba por el Paseo de la
Castellana junto a Romero Marín. “Planteamos a Grimau, semanas antes de
su detención, que debía abandonar el país por su seguridad. Él se negó en rotundo.
Se veía a sí mismo como el capitán que no debía abandonar el barco
cuando este estaba en peligro de hundimiento”, asegura López Salinas.
En los archivos de la justicia española Grimau sigue apareciendo como un delincuente. Un asesino. Por contra, Manuel
Fraga, uno de sus verdugos, recibió este lunes un homenaje en el
Senado, donde fue inaugurado un busto que honra la memoria del ministro
de Franco y posterior fundador de Alianza Popular. “No puede ser considerado un demócrata alguien que no luchó contra la dictadura de Franco”, sentencia Díaz-Cardiel.
Pintada en el barrio de Fuencarral (Madrid). Archivo histórico del PCE
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